EN algunos barrios de Sevilla siguen sin asumir esos datos triunfalistas que ofreció el subdelegado del Gobierno, Carlos Toscano. Mientras la oficialidad va propagando que los delitos disminuyen y que la percepción de la delincuencia en la ciudad está exagerada, quienes lo sufren están que trinan. Son los barrios hartos, como dicen algunos partidos. Pero sin caer en la politiquilla interesada (más aún en estos días) es evidente que la inseguridad en Pino Montano no era una exageración. Como tampoco lo es la protesta del viernes negro en Los Bermejales que han convocado la asociación de comerciantes Acoprober y la asociación de vecinos Bermejales 2000.

Las estadísticas son frías, ocultan la realidad de quienes la sufren. Se dice fue  “un robo con violencia”, pero no es lo mismo que si te pones en la piel del que notó la navaja en el cuello. O en el lugar de la señora a la que fracturan un brazo en un tirón, o del comerciante que se encuentra su negocio saqueado, o del que le roban la moto y aparece destrozada, o de la mujer de la que abusan cuando vuelve de noche. Situaciones típicas y tópicas, sí. Pero detrás de eso sirven de poco las estadísticas del ministro Grande-Marlaska y sus acólitos que echan humo con el incensario. No estamos en Semana Santa, sino en campaña.

En Los Bermejales sufrieron ocho robo en comercios durante octubre, y ya han padecido cinco en noviembre. A eso se suman otras acciones delictivas y vandálicas en edificios, garajes, y sufridas también por particulares.

Los Bermejales surgió de la expansión en la zona sur en los años 90, con una oferta amplia de pisos para clases medias. Los vecinos de los primeros tiempos,  en su etapa de la última década del siglo XX, eran jóvenes que hoy son maduros. Es un barrio no céntrico, desde el que no puede llegar un paso de palio hasta la Catedral, pero que tampoco es un gueto. No se puede convertir en un territorio conflictivo.

Igual que pasó en Pino Montano y en la Macarena, cuando hay delitos aparece la tentación de mirar hacia los alrededores. ¿Qué tenemos cerca? ¿O no muy lejos? Esos problemas de convivencia no han aparecido todavía, pero es como la leña que sólo necesita un fósforo.

Cuidado, porque el riesgo existe. Por todo ello, aparte del esfuerzo que realiza la Policía Nacional, e incluso la Local, está la conveniencia de potenciar la Policía de Barrio, como se ha reclamado sin éxito. Puede que sea una de las principales lagunas en la gestión del alcalde Espadas y el concejal Cabrera. Todavía están a tiempo de no mirar hacia otro lado.

José Joaquín León