EN las campañas electorales lanzan muchos globos, sondeando a ver, y ponen muchos capotes por si alguien embiste. Hay que creer menos de la mitad de lo que oímos. Pero entre lo que se ha lanzado, a ver, está la posibilidad esgrimida por José Luis Ábalos, el inefable ministro de Fomento y hombre de confianza del presidente, que insinuó la posibilidad de un gran domingo electoral en mayo. Coincidirían las generales y las municipales, entre otras. Sería como una fantasía de urnas: para el Congreso, para el Senado, para las Municipales, para las Europeas... Y en algunas comunidades (aquí no se llegará a tanto) también para las Autonómicas. A esto se le ha llamado el Superdomingo Electoral. Sería una payasada democrática sin precedentes.

Los barones del PSOE y algunos candidatos a alcalde ya se han subido a la parra y se han rasgado las vestiduras, siempre en privado, faltaría más. No son como los otros, que lo van retransmitiendo y se clavan los puñalitos entre ellos. El presidente Sánchez, con ese tono enigmático que está adoptando, no dijo que sí, ni que no, ni tampoco todo lo contrario. Es igual lo que diga, pues cuando la moción de censura a Rajoy dijo que convocaría elecciones pronto, y después que agotaría la legislatura. Todo lo que diga es increíble.

Partiendo de que difícilmente se llegará a eso, para Sevilla sería nefasto y para los demás ayuntamientos también. Si ahora dicen que Pablo Casado, Albert Rivera e Inés Arrimadas han emigrado a Andalucía y pasean de una provincia a otra, imaginen lo poco que se hablaría de los ayuntamientos si cuaja la patochada del Superdomingo de mayo. No se diría nada de las ciudades, igual que se ha hablado poco de la gorra que lució Mohamed VI en su audiencia a Pedro Sánchez. Le daba un aspecto poco fiable, aunque se puso a tono con su visitante. Por el contrario, se ha hablado más de Begoña Gómez, la Mujer de Rojo, en su llegada triunfal a La Habana.

Con una campaña del Superdomingo, los políticos se pondrían sesudos. Se hablaría poco del crecimiento del arbolado en el bulevar de Amor de Dios. Ni mucho menos del tranvía de Santa Justa con su apeo. Las ordenanzas municipales se solaparían con las penurias de los autónomos. Nadie cambiaría su voto por un velador, mientras se habla de pensiones. Y las obras de El Greco se confundirían con el Museo del Prado. Siempre nos quedarían el Metro y los túneles de la SE-40, eso sí.

Y a Espadas, ¿ le beneficiaría o le perjudicaría? Pregunten al CIS. Aunque algunos se han puesto murubianos y hablan de los cielos sevillanos que perdimos.

José Joaquín León