TENER cerrada la iglesia del antiguo convento de Santa Clara, desde hace 20 años, es una burrada cultural. En ninguna ciudad civilizada del mundo libre se consentiría algo semejante. Hay que recordarlo en estos días de diciembre, cuando por fin se ha firmado el acuerdo de novación entre el Arzobispado y el Ayuntamiento para rehabilitarla. Precisamente cuando anuncian una subvención para obras en Madre de Dios, y cuando otros conventos siguen amenazados de ruina. La Sevilla de las monjitas de clausura no vive sólo de los dulces en el Alcázar, aunque sea una ayuda necesaria.

En las iglesias de esos conventos quedan obras de arte extraordinarias. Un ejemplo es Santa Clara, cuyo retablo mayor es un proyecto de  Juan Martínez Montañés, de 1621, finalizado por sus discípulos en 1626. Cuando la iglesia estaba abierta se podía admirar ese extraordinario interior. Pues Martínez Montañés creó también los cuatro retablos laterales, dedicados a la Inmaculada, San Francisco y los santos Juanes. En Sevilla Oculta (el libro de culto de Enrique Valdivieso y Alfredo José Morales, con fotos de los Arenas) hay amplia documentación. Y fotos no sólo de los altares, sino de las espléndidas yeserías manieristas de Juan de Oviedo, o los azulejos realizados por Hernando de Valladares en 1622, y los anteriores de 1575. Obras de Francisco de Ocampo y otros artistas, en un templo completísimo, donde también destacaba su artesonado y el coro bajo.

Pues todo eso permanece cerrado desde hace 20 años, degradándose de un día para otro, con un proyecto de restauración que ya  no sirve y que debe ser enmendado por los arquitectos Antonio Martín Molina y Gonzalo Díaz Recasens. Con palomas y pájaros variopintos revoloteando por dentro, quizás posándose en imágenes de la escuela montañesina.

El alcalde, Juan Espadas, y el arzobispo, Juan José Asenjo, firmaron el acuerdo por el que el Ayuntamiento otorgará tres millones al Arzobispado para la restauración del templo, a cambio de la propiedad definitiva del antiguo convento, con la excepción de la iglesia. Un acuerdo que algunos partidos de extrema izquierda han criticado, no sé si por rencorosos o por ignorantes, o porque prefieren la destrucción.

El futuro religioso de esta iglesia y el futuro cultural de todo el complejo del convento de Santa Clara y la Torre de Don Fadrique necesitan que sea repensado y quizá reconducido. Algunas de las ideas que han esbozado para el uso futuro parecen predestinadas al fracaso. Se pueden revisar, porque hasta que abran las puertas de Santa Clara aún queda tiempo.

José Joaquín León