SEVILLA es una ciudad imán, que atrae a otras ciudades imitadoras, ansiosas por copiarla. Ahí tenemos los casos de la Semana Santa y la Feria. En Sevilla nunca se ha planteado copiar las procesiones de Bercianos de Aliste (Zamora), ni tocar los tambores como en Híjar y Calanda (Teruel). Sin embargo, en media España se han dedicado a sacar pasos con costaleros al modo sevillano, a macarenizar vírgenes de rasgos góticos, a cambiar túnicas de rasos variopintos por las de ruán negro con cinturón de esparto. Lo mismo en la Feria. Pronto habrá ferias de abril incluso en Tanzania. Y así pasa con todo, también con los premios Goya.

Esa ceremonia de los premios de la rima era un acontecimiento folklórico madrileño, como la Verbena de la Paloma, pero con Pablo Iglesias vestido de académico señorito. Siempre había discursos reivindicativos, una costumbre copiada de Hollywood, donde multimillonarios del cine se ponen el disfraz de revolucionarios de butaca. A muchas personas, más bien de derechas, les repateaban estos premios, que consideraban auspiciados por los de la Zeja y potenciados por Zapatero, como todo lo malo que pasa en España.

Sin embargo, cuando los premios Goya han llegado a Sevilla, por  Fibes ha pasado todo el mundo notable de la ciudad, incluidos algunos que han votado a Vox y que ponían a parir a los Goya y sus circunstancias. Sevilla tiene un color especial, que convierte en primavera todo lo que ilumina. Por eso es un imán, por lo que atrae, incluso a las bolas del mapamundi, cuando es descubierta de vez en cuando.

Así han surgido las imitaciones. Ahora quieren los premios Goya en Málaga (faltaría más), en Palma de Mallorca, en Valencia y hasta en Valladolid. Es raro que no los quieran en Zaragoza, ciudad en la que cuentan con un alcalde de Podemos, y donde los Goya se sentirían como en casa, teniendo en cuenta que en la capital maña hay un museo del pintor, nacido en esa provincia. Pero todos deberían entender que si fue un éxito en Sevilla, lo natural sería que la nombren sede permanente.

Ocurre con estos premios lo mismo que con la selección española de fútbol. Cuando no era La Roja, siempre jugaba en Sevilla. Hasta que llegó Javier Clemente y dijo que era mejor rotar por ahí, lo mismo por el Norte que por el Sur, lo mismo contra Alemania o Francia que contra Liechtenstein o las Islas Feroe. Así los imitadores le quitaron la selección a Sevilla, igual que ahora intentan llevarse los premios Goya, ese gran logro del alcalde que había devuelto Sevilla a su sitio. El caso es copiar, en vez de buscarse algo original.

José Joaquín León