LAS normas de la ley seca de la Madrugada parecen los preparativos para la tercera guerra mundial. Hay que tener cuidado, todas las precauciones son pocas, pero sin exagerar. Así como quien no quiere la cosa, como sin darnos cuenta, sigue latente el riesgo de convertir el centro de Sevilla en un sambódromo, o en eso que ahora llaman un parque temático, en este caso de la Semana Santa. Entiendo que Juan Carlos Cabrera procede en Fiestas Mayores y en Seguridad con la mejor voluntad, por lo que pueda pasar, pero hay que tener mucho cuidado con las líneas sensibles.

La propia denominación de ley seca, nos da a entender que existe una tendencia a emborracharse en Semana Santa. En líneas generales, no es así. Depende de la hora, de los días, y de los individuos e individuas. Es cierto que la madrugada es diferente. Sin embargo, al analizarlo, parece un partido de alto riesgo, como si viniera la Lazio con sus tifosis de los Irriducibilis, o los hooligans de la Red Army del Manchester United. Algunos niñatos que salen de paseo esa noche tienen poco que envidiarles. Secos se portan mejor, también se sabe. ¡Pero se habla de Semana Santa!

Las medidas se han reajustado. Incluyen bares abiertos hasta las cuatro de la madrugada (con excepciones en ciertas zonas) y prohibición de vender bebidas alcohólicas desde la una de la madrugada. Las tiendas de chinos cerradas a su hora normal,  porque no estamos en la Madrugada de Beijing. Las medidas de la Gran Noche están contaminando al resto de la Semana Santa. El año pasado se interpretó mal la norma, hasta el punto de que algunos camareros puristas se negaron a vender botellas de agua a mamás de nazarenitos sedientos, en tardes de bastante calor. No es eso, no es eso, ni lo puede ser.

Todas las prohibiciones serían innecesarias con más educación. Sin embargo, todas las personas que salen a las calles esos días no son maleducadas. A la ley seca y otras restricciones para bares, se unen las medidas para el control de las bullas, en las que también se debe combinar la prudencia y la vigilancia con la mano izquierda y la manga ancha. El decorado también cuenta. Los problemas surrealistas de horarios e itinerarios guardan relación con el modelo del sambódromo o el parque temático en que se puede convertir la ciudad durante la Semana Santa.

Cuando no ha y incidentes, al final todo se olvida. En las calles sevillanas aún es posible disfrutar de momentos que nos cautivan. Pero cada año resulta más difícil, también hay que reconocerlo. No podemos perder los últimos equilibrios.

José Joaquín León