EN aquel tiempo las grandes huelgas de Semana Santa eran las de hostelería. Me refiero a la Transición, cuando los sindicatos empezaban a despuntar, con Marcelino Camacho y Nicolás Redondo demostrando quienes manejaban el cotarro. Llegaba el Domingo de Ramos, la gente estrenaba, empezaban a masificarse las calles, pero había un punto negro: la huelga de bares, con el consiguiente fastidio. La hostelería (toquemos madera, de mostrador de El Rinconcillo, verbigracia) ya no se dedica a esas huelgas de Semana Santa. Ahora los bares son cerrados directamente por el Cecop, llegado el caso de las altas horas de la Madrugada. Así que el relevo de las huelgas en esos días sagrados lo han asumido en el Metro. Sólo hay una línea, y ya ven.

Los trabajadores han acordado que la huelga empiece el Sábado de Pasión, día en que se disputa un Sevilla-Betis, en Nervión, a la vera de la procesión de la Milagrosa. La huelga es indefinida e indefinible, por lo que podría durar toda la Semana Santa, aunque supongo que harán las paces a tiempo. En la primavera del año pasado, se batió el récord del Metro en Semana Santa, con 609.075 viajeros. Fue presentado como un gran éxito y como un estímulo para pedir que empiecen ya las obras de la línea 3, a ver si alcanzamos el millón de viajeros. Sucedió que en 2018  los días con más viajeros fueron el Lunes Santo, con 107.034, y el Martes Santo, con 98.923. Precisamente fue el día que se recorrió al revés, por parte de las cofradías, no del Metro, que es de ida y vuelta en sus trayectos, y va al derecho o al revés, según los recorridos. Es una pena que tal éxito no se repetirá este año, en el caso de que no desconvoquen la huelga a tiempo.

En el Metro hay una conflictividad permanente. En la votación asamblearia participaron 100 trabajadores, de los que 98 se mostraron favorables a la huelga. Traducido significa que están muy molestos, indignados se podría decir. Los paros parciales en el Metro, que parecían crónicos, abrieron un paréntesis en enero para la negociación del convenio colectivo, que han desembocado en la decisión de organizar la huelga de Semana Santa.

A la gente le hará más daño esa huelga que los paros parciales. A la gente que usa el Metro, porque vive en San Juan, Montequinto, Nervión o Los Remedios. Al resto de la gente le importa menos, incluso nada, porque no lo usan. Pero el alcalde, Juan Espadas, y hasta el presidente de la Junta, Juanma Moreno, deberían mediar para que el Domingo de Ramos no se enturbie con una huelga deprimente en la única línea de Metro de Sevilla.

José Joaquín León