EL Ayuntamiento de Sevilla, a falta de poco más de un mes para las elecciones municipales, tiene unas prisas horrorosas por cambiar los nombres de varias calles. Casi todos los distinguidos son personas que han llegado al siglo XXI, y están vivos o han fallecido recientemente. Los hay de las más diversas actividades y afecta a varios distritos, incluidos los más céntricos. Cada caso tiene su temática y unos son más defendibles que otros. Pero sorprende que para vestir a unos están desvistiendo a otros. En el último pleno, el portavoz de IU, Daniel González Rojas, alertó sobre algo peligroso: al final puede ser una pérdida para la historia de la ciudad.

Un caso curioso ha ocurrido en Triana, donde para ponerle una calle al párroco Eugenio Hernández se la han quitado a un  canónigo. Por supuesto que don Eugenio puede merecer una calle. Ahora bien, ¿era necesario suprimir la de Mateo Vázquez de Leca? Este antiguo canónigo de Sevilla, de curiosa biografía, tenía la calle desde 1859. Fue uno de los defensores del dogma concepcionista, y fue quien encargó el Cristo de la Clemencia a Montañés. Su tío canónigo, que se llamaba igual, fue secretario real de Felipe II. Más allá de eso, que no afecta a la memoria histórica, fue un personaje sevillano de no inferiores méritos a otros que siguen en el callejero local.

El concejal socialista Joaquín Castillo, en el referido pleno, avisó también sobre los cambios continuos en el centro histórico. Precisamente su partido, el PSOE, los está impulsando y aprovechando con fines que tienen un tufillo electoralista, aunque el PP y Ciudadanos les han apoyado. Todo el mundo no puede tener una calle en el centro. Y se debe distinguir entre el troceo de una calle, sin suprimirla del todo, como ha sido el caso de Placentines para dedicársela al cardenal Carlos Amigo, de otros que son más controvertidos.

Por ejemplo, parece oportuno que tenga una calle Ana Orantes, pionera y símbolo de la lucha contra la violencia de género, ¿pero era necesario suprimir la calle Potro? Le podrían haber dedicado una calle nueva en otro distrito. Esta señora no vivió allí, sino que era granadina. El Potro no tiene quién proteste. En Sevilla hay calles como Relator, en las que nadie sabe con certeza el nombre de ese relator, ya lo expliqué  en otro artículo. Sin embargo, son nombres históricos. Puestos así, cualquier día le quitarán la calle a las Sierpes.

Un poco de cordura vendría bien. Reconozcan a quienes se lo merecen, pero sin perder de vista que las calles de una ciudad son el reflejo de su historia. Sevilla no ha empezado en el siglo XXI.

José Joaquín León