SIEMPRE que llega la Feria, igual que pasa en el Sicab, se suele decir que Sevilla es la capital mundial de los caballos. ¿Quién lo dudaría, viendo los enganches en la plaza de la Real Maestranza? ¿Quién lo dudaría cualquier tarde del paseo de caballistas? Pues lo dudan en Jerez de la Frontera, donde dicen lo mismo: que la capital mundial del caballo es la suya. Y que, además, no sólo tiene la sede de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre, donde Álvaro Domecq ha ejercido su magisterio, sino que Jerez acogió los Juegos Ecuestres Mundiales de 2002 (una especie de Juegos Olímpicos de los caballos, con la que le quedó una buena roncha al Ayuntamiento de Pacheco), y además que en 2018 la nombraron Capital Europea del Caballo. Con sus correspondientes actividades, que no se limitan a la Feria, asimismo llamada del Caballo.

Esta rivalidad por la supremacía no tiene sentido. Las capitales mundiales ecuestres son Sevilla y Jerez, o Jerez y Sevilla, tanto monta. Reclaman los jerezanos que sus caballos son más finos, que tienen más pedigrí; y que los caballos sevillanos finos, en realidad proceden de Jerez, como todo, incluso la manzanilla de Sanlúcar.

Los más forofos dicen que durante el resto del año, en Sevilla, sólo se ven los caballos de los coches, a la vera de la Catedral, para pasear a  turistas y llevarlos a la plaza de España. Caballos que son como los que trabajan de camareros, del sector servicios; caballos que son como parados de la EPA, que trabajan en temporada. Mientras que los caballos que van de vez en cuando a Irlanda  son los suyos, que son como artistas y saben ejecutar las virguerías de la doma clásica.

Y es verdad que algunos caballos sevillanos aparecen en la Feria y se esconden durante el resto del año. Es verdad que los coches de caballo tienen mala fama, como los taxistas, porque a muchos automovilistas y motoristas les molesta todo lo que no sean ellos mismos. Los taxistas cuando no van por su carril de la Ronda molestan; los coches de caballo en la glorieta del Cid molestan. Aquí todo molesta. Y algunos dicen que el Uber y el Cabify de los coches de caballo son los enganches, que ya verán el día que se orienten, cómo se van a poner las botas paseando chinos y japoneses.

La diferencia es que en Jerez tratan a los caballos como si fueran suyos, mientras que en Sevilla los tratan como si fueran un estorbo. Así las cosas, el paseo de caballistas, en los días de Feria, es un oasis. Bueno, es un oasis sin camellos, sino con caballos, por supuesto. Ahí  se sienten queridos y reconocidos, mimados, y no salen sólo en las fotos de chinos y japoneses.

José Joaquín León