CON la nueva tienda de Decathlon, las prendas deportivas han entrado en la Campana. En sus comienzos, las megatiendas de esta marca deportiva estaban en las afueras de las ciudades, en las periferias de los entornos metropolitanos. Para ir allí, necesitabas desplazarte en coche, o andar más que los nazarenos del Cerro del Águila. Más recientemente, abrieron una tienda pequeña en la calle Rioja, frente a la Cope, de cuya alarma incontinente se ha quejado Carlos Herrera por la radio en algunas ocasiones. Pero ahora es distinto. El Decathlon, que era como una fraternidad de vísperas de las tiendas deportivas poligoneras, ha entrado en la Campana, vistiendo camiseta y pantalón corto de Kalenji, calcetines negros de Artango y zapatillas deportivas de cualquier marca verídica, que siempre son mejores que las falsas que venden en las mantas de Tetuán.

El nuevo Decathlon está ubicado en Villasís, esa plaza que nadie considera plaza. Allí donde algunos pesados están empeñados en empezar la carrera oficial, para que las cofradías de Triana, la Magdalena y San Vicente permanezcan una hora más dando rodeos, antes de entrar en la carrera. No hay peligro de eso, a corto plazo. Porque Francisco Vélez y su Consejo, incluso el mismísimo Juan Carlos Cabrera, son más partidarios de que por lo menos la carrera se quede como está, y empiece en la Campana, que es donde todos los menores de 100 años la han conocido.

Por el contrario, la incorporación del Decathlon se suma a El Corte Inglés, que ha dedicado un edificio a la ropa deportiva. Este Corte Inglés es vecino de la Madre y Maestra, pero ha salido más informal con su ropa deportiva. Ese edificio había estado gafado, puede que desde Simago en adelante. Y cuando lo pillaron en El Corte Inglés han estado tanteando, hasta consolidarlo con las prendas deportivas.

Así como han turistificado la zona de la Catedral, ahora se está deportivizando la zona de la Campana. Las consecuencias son visibles en la estética urbana. Los turistas iban a la Catedral como quien acude a una piscina, como si fueran a zambullirse en el trascoro, o confundieran al lagarto con un cocodrilo. Hasta que les han parado los pies, con prohibiciones explícitas.

Frente a eso, quedaba la Campana y el Duque como reducto de las oficinas del centro; y con los empleados de El Corte Inglés, que siempre vistieron como ejecutivos de gama media o alta. Sin embargo, la Campana está siendo colonizada por la faceta deportiva de la vida pública. Tanto hablar del deporte sacro y ya ven. Esperemos que esa moda no llegue al palquillo.

José Joaquín León