ARRANCA julio, que es el mes más raro del año. En Sevilla algunos (y no pocos) se comportan como si no existiera. De modo que en la segunda quincena de junio han proliferado actividades de todo tipo. La última semana es trágica, porque dejan casi todo para el final. Así consultas la agenda y resulta que el martes 25 tenías tres actos a la misma hora, el miércoles 26 eran cuatro, el jueves 27 subieron a cinco, el viernes 28  bajaron a cuatro y el sábado 29 y el domingo 30 se reservaron para el ocio y las fiestas religiosas. Ahí quedó. Sin llegar a las 17 procesiones eucarísticas que salieron el domingo 23 de junio. Los santos alcanzan mucho protagonismo en junio, aunque en Sevilla no hay playas para quemarlas en la noche de San Juan. Interesan más las lágrimas de San Pedro.

La gente se pierde tras ese frenesí de los últimos días de junio. En el Ayuntamiento, Juan Espadas y compañía aprovecharon para subirse los sueldos, discretamente. La gente se desubica y desaparece. Parece como si tuviéramos dos meses de vacaciones. Los hijos ya han terminado las clases, y se nota hasta en el tráfico. No es lo mismo, que diría Alejandro Sanz, el hijo adoptivo que a toda madre le gustaría tener. Pero realmente (excepto casos especiales, jubilados o parados de larga duración) el mes de vacaciones es uno, y suele coincidir con agosto. Entonces, en agosto, Sevilla desaparece, y reaparece allá abajo, en las playas de Cádiz, Huelva y Málaga. En agosto sólo se celebra como Dios manda la novena de la Virgen de los Reyes, que es el culto con más mérito de cuantos organizan en la ciudad, y que culmina con la procesión de la gran mañana. El día 15 algunos retornan como peregrinos que vienen del Trópico de Capricornio, aunque quizá no salieron de su casa del Polígono.

¿Y qué pasa con julio?  ¿Por qué nadie organiza un ciclo de conferencias en julio, excepto que te lo montes en una universidad de verano? Es un mes intermitente, que se encuentra como en stand by, o en la reserva activa. A efectos de negocios, posponen las reuniones hasta septiembre. Se abre un paréntesis para ningunear.

Siempre nos quedará lo mismo; o sea, procesiones y fiestas. No se suprimen en julio. Es el mes carmelitano por excelencia. La Virgen del Carmen es la Estrella de los mares y del río Guadalquivir. El río se alegra con julio, el mes en el que adquiere más protagonismo. Vive su quincena fantástica, que es como un puente que lo traslada desde la Virgen del Carmen marinera hasta la Velá de Santiago y Santa Ana.

Julio es el mes del río y de Triana. Julio es el mes de la otra orilla.

José Joaquín León