LOS ataques que sufrieron representantes de Ciudadanos en la Cabalgata del Orgullo (Gay) escenifican una peligrosa intolerancia. En Sevilla, como en otras ciudades, les arrojaron pintura y recibieron insultos. Han sido curiosas las reacciones posteriores. Tímidas condenas y hasta justificación. Una diputada de Podemos, Sofía Castañón, tras decir que rechazan la violencia, añadió: “Cuando vas de la mano con el discurso de la ultra derecha puedes encontrarte respuestas así”. Los ataques coinciden con la campaña de presión mediática que está sufriendo el partido de Albert Rivera. Por dos motivos principales: sus pactos con el PP y Vox, que han dejado a la izquierda sin algunos ayuntamientos y autonomías con las que contaban; y su negativa a apoyar a Pedro Sánchez en la investidura. Seguro que esto último importa menos a los atacantes que los acuerdos con Vox. Pero cuando se atiza el odio político, hay que tener cuidado para no traspasar ciertas líneas, sean rojas o del arco iris.

Esos ataques merecen una reflexión sosegada. El Orgullo ahora omite lo Gay, con lo que se ha quedado en un orgullo a secas, que parece menos orgulloso de sus orígenes. Las cabalgatas fueron copiadas de otros lugares, mayormente de Nueva York. Se les supone un componente festivo, que no debe ser agresivo, aunque mantenga un tono reivindicativo.

La base de su reivindicación es la lucha de los colectivos LGTBI contra la intolerancia y la marginación, que tanto han sufrido a lo largo de la historia. Pero resulta que hay diversidad sexual de todas las ideologías. En los últimos tiempos, asistimos a un descarado proceso de manipulación de la extrema izquierda para controlar los movimientos LGTBI. Incluso con hooligans que son intolerantes, e incurren en más intolerancia de la que denuncian.

Este año, en Sevilla, empezaron con un intento de provocar con la parodia cutre de las santas Justa y Rufina, en el numerito de la Alameda. Les salió el tiro por la culata de la indiferencia. En la cabalgata, unos radicales (a los que se supone ajenos a la organización) atacaron de palabra y obra a los representantes de Ciudadanos, con pintura, como se hacía en la kale borroka y los asaltos a sedes de partidos en Cataluña. Albert Rivera los calificó como “auténticos fascistas”. A veces ocurre que quienes atacan a los que consideran fachas son unos fascistas de ultra izquierda.

Atención a la deriva, que es peligrosa. Las nuevas inquisiciones no pueden castigar a sus anchas. Quienes luchan contra la intolerancia son los primeros que la deben frenar en seco y denunciarla sin excusas.

José Joaquín León