ENTRE las devociones marianas de Sevilla, una de las más importantes es la Virgen del Carmen. Sevilla es ciudad marinera, que encuentra a la Estrella de los Mares por el río, en lo más alto de sus noches oscuras. En la travesía de los siglos, esa devoción carmelitana creció, y así nos ha llegado llena de vida. Raro es el templo sevillano que no tiene una imagen de la Virgen del Carmen. Hay hermandades y devociones por los barrios más populares de la ciudad. Y aquí permanecen históricos conventos de frailes y monjas de clausura: los carmelitas descalzos en el Santo Ángel y los calzados en el Buen Suceso. Las carmelitas descalzas siguen en Las Teresas, en el corazón del barrio de Santa Cruz; y las carmelitas calzadas en el convento de Santa Ana, en el corazón del barrio de San Lorenzo.

En Sevilla estuvieron Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz para las fundaciones de sus órdenes reformadas. A finales del siglo XVI, se consolidaron en Sevilla sus actuales conventos. Cuando viene San Juan de la Cruz está el de Los Remedios, fundado en 1574, precisamente cerca de la calle que se llama Monte Carmelo.  Tras sus gestiones, se fundó en 1587 el céntrico convento del Santo Ángel, que hoy es uno de los templos con más actividad religiosa de Sevilla.

Por aquellos años de finales del XVI, en los tiempos del esplendor de la carrera de Indias, también se consolidará la fundación de Santa Teresa, con el traslado de las monjas al monasterio de San José, en el barrio de Santa Cruz, desde el convento que tenían en la calle Zaragoza (entonces Pajería). Las dificultades de Santa Teresa con los demonios sevillanos fueron superadas, y la semilla de la devoción a la Virgen del Carmen se quedó con sus monjas en el barrio de Santa Cruz.

Los carmelitas calzados perdieron el convento Casa Grande del Carmen, vinculado a la historia de hermandades como la Soledad, Quinta Angustia y Siete Palabras. La invasión francesa de 1810 fue destructiva. Los frailes calzados volvieron en 1896, al Buen Suceso, cuyo documento de cesión firmó el cardenal Spínola. Sus hermanas carmelitas calzadas estaban en Sevilla desde finales del XVI, en el convento de Santa Ana, para cuyos retablos contrataron imágenes a Martínez Montañés.

Frailes, monjas y hermandades. En la ermita urbana de Calatrava, en Santa Catalina, en San Gil… Por supuesto, en Triana, tan marinera. Y en nuevos barrios. La llama de amor viva prendió. Los demonios lo tienen más difícil. La Virgen del Carmen siempre los derrota con el escapulario, que es su promesa de Vida Eterna.

José Joaquín León