TIENE guasa que los sindicatos se quejen por la parálisis que sufre el país, según dijeron después de la investidura fallida de Pedro Sánchez. Y, a los pocos días, organizan huelgas como la de Iberia en el aeropuerto de Barcelona, o la de ayer de Renfe, convocada por CGT, que afectó a más de 700 trenes en España, incluidos AVE y de larga distancia, de ellos 18 en la estación de Santa Justa. Ya sabemos que en las reivindicaciones laborales intentan presionar cuando más necesario es el servicio. Pero cometen un error estratégico muy grave, porque ocasionan más damnificados. Así las víctimas de la huelga no son los empresarios, sino los clientes de esas empresas, precisamente quienes les dan de comer a los empresarios y a los trabajadores.

Organizar huelgas en las estaciones de tren y en los aeropuertos en los meses de julio y agosto se debería prohibir. En base a los intereses estratégicos del Estado. Sevilla, Andalucía y España, así como una parte de la humanidad, viven en gran parte del turismo, un sector esencial para nuestra economía. Por otra parte, muchas personas (en su mayoría trabajadores) realizan un gran esfuerzo económico durante el año para viajar en estas fechas. No cuentan con que les arruinarán las vacaciones. Tampoco basta con reclamar daños a las empresas de transportes, como dicen las organizaciones de consumidores próximas a Unidas Podemos.  El daño ya está cometido, y a veces es irreversible.

Las huelgas son armas en manos de los sindicatos. Pero hay que saber utilizar esas armas. Es necesaria una proporcionalidad entre los beneficios y los daños. Resulta pintoresco que incluso se quejen por considerar exagerados los servicios mínimos, que en estas fechas deberían ser todos. Las huelgas hay que saberlas manejar para evitar daños (no físicos, pero sí psíquicos) a personas que son inocentes.

Ocurre también que otros sectores laborales no pueden actuar así. Si en todas las profesiones organizaran huelgas cuando más atención necesitan sus clientes, tendríamos un escenario económico suicida e insostenible. Pasaba con la hostelería de Sevilla en Semana Santa, hasta que se corrigió. Hay muchos motivos para garantizar que los viajeros del verano no se convertirán en rehenes de conflictos a los que son ajenos. En ese empeño, los primeros interesados deberían ser los sindicatos. ¿O no dan lecciones de negociación?

Hacen muy bien en preocuparse por el país, y por la investidura fallida de Pedro Sánchez. Pero harían mejor en arreglar antes lo suyo, empezando por los previsibles conflictos de todos los veranos.

José Joaquín León