EL principio de acuerdo que han anunciado Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para formar un gobierno de coalición es un reto a las matemáticas. Entre el PSOE y Unidas Podemos suman 155 escaños, que serían 158, si les añadimos los tres del Más País de Errejón. Unidos no pueden gobernar, por sí mismos. Así que necesitan otros apoyos, incluso si les añaden los siete del PNV. Pueden conseguirlo con Frankenstein; es decir, con los independentistas catalanes. Y más raramente con un rosario de partidos, entre los que parece improbable que se sume Ciudadanos, al que Pablo Iglesias ya le ha trazado la línea roja.

Precisamente lo rojo de este Gobierno es lo que más llama la atención. Los resultados del 10-N no suponen un triunfo de la izquierda sobre la derecha. Ni tampoco al revés. Por el contario, son resultados que reflejan una España rota. Para darle estabilidad son necesarios acuerdos transversales entre el PSOE y el PP. Al incluir a Pablo Iglesias en el Gobierno, será más complicado alcanzar esa estabilidad. A la vez que el tratamiento de Cataluña podría entrar en una deriva peligrosa. La tentación de montar un Frente Popular para enfrentar a las dos Españas es una perversidad.

La buena gente se pregunta: ¿por qué se han unido ahora Pedro Sánchez y Pablo Iglesias? Porque han fracasado los dos. Ambos están en apuros. Una vez más, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias actúan por sus propios intereses, para salvar sus pellejos políticos. Estaban seriamente amenazados, incluso a niveles internos, por lo que emprenden la fuga hacia adelante. Sánchez ha convocado elecciones para obtener tres escaños menos, fortalecer a Vox y dar alas a los independentistas. La opción de sustituirlo por otro candidato del PSOE ya se empezaba a sugerir.

Por el otro lado, se intenta tapar el fracaso de Unidas Podemos el pasado domingo. Pablo Iglesias ha perdido siete escaños con respecto a abril, y se ha quedado con 35. Pero ya iba a la baja: en las elecciones de 2016 consiguió 71 escaños. Entonces estaba a sólo 14 del PSOE. Tres años después está a 85 escaños de los socialistas. Desde Galapagar ha perdido 36 diputados y le quedan menos de la mitad. Es un fracaso descomunal, que él quiere arreglar siendo vicepresidente.

Si este pacto de gobierno sale adelante, las consecuencias en Sevilla pueden ser curiosas. Se verá reforzado el acuerdo de Juan Espadas con los podemitas de Adelante para los presupuestos municipales de 2020. Pero supondrá una pérdida de la centralidad y la moderación del alcalde, en un momento difícil, cuando el avance de Vox en Sevilla ha puesto en duda algunos fundamentos que parecían sólidos.

José Joaquín León