EL accidente del microbús de la línea C-5 de Tussam en la Campana fue algo más que un accidente. Por su aparatosidad, por lo que pudo pasar, por el lugar tan céntrico, por la fecha (en pleno puente de la Inmaculada), ha sembrado dudas y cierto alarmismo. En el Ayuntamiento se le ha quitado hierro al asunto para tranquilizar. Los partidos han estado a la altura de la circunstancia, con realismo y sin populismo. Ante desgracias como esta, buscar responsabilidades del alcalde está de más. Juan Espadas tendrá más o menos aciertos, pero no puede evitar los fallos técnicos de un microbús de Mercedes, cuyo origen aún no se ha explicado de un modo comprensible.

En las críticas planteadas por el sindicato CSIF, además de pedir el cese del gerente de Tussam, entraba en un asunto que sí parece importante: ¿hasta dónde deben llegar los autobuses en los días de grandes concentraciones? Se supone que el transporte privado está restringido, pero el transporte público no siempre. En teoría, no deben pasar de Ponce de León y la Alameda en los momentos de más jaleo. Sin embargo, en la Campana y en la plaza del Duque hay paradas de varias líneas, muy frecuentadas. ¿Convendría suprimirlas durante todo el mes de diciembre y las primeras semanas de enero?

El autobús en el centro-centro es peligroso. El siniestro del puente de la Inmaculada con el microbús de la C-5 se hubiera evitado si la plaza del Duque y la Campana hubieran sido plenamente peatonalizadas esos días. La convivencia de los autobuses y los peatones no es sencilla. En la esquina de Zara en la Campana hay un semáforo que tarda bastante tiempo en cambiar, y que la mayoría de peatones no respetan. Yo he visto a un par de conductores de Tussam que aceleraron al llegar a ese semáforo, con gente cruzando, como para remarcar sus dominios. Se da por supuesto que con cuidado para no atropellar a nadie. Pero es sintomático de lo que ocurre y de lo que puede ocurrir.

Después de que Donald Trump se cepillara a Abu Bakr al-Baghdadi, caudillo del Estado Islámico, parece que hay cierta relajación en las alertas de seguridad. Al menos, si se compara con las medidas tras los ataques de la Rambla en agosto de 2017. No hay que crear miedo, sino al revés. Pero tampoco es descabellado blindar la Campana y la plaza del Duque por seguridad y por aumentar las zonas peatonales en los días de aglomeración.

En vez de hablar tanto de medidas ecológicas, es mejor predicar con el ejemplo. Andar hasta Ponce de León o la Alameda no se debe presentar como una tragedia.

José Joaquín León