EL alcalde de Sevilla, Juan Espadas, no suele ser un hombre de runrunes. Por eso, no creo que le beneficie el ambiente que se está creando. Al maniobrar en Madrid, y ser situado entre los eventuales candidatos a suceder a Susana Díaz (también sonó como ministrable), se ha arriesgado a que se le vea como un alcalde provisional. Es decir a que se abra otro melón, antes de estar maduro. ¿Quién le sucedería en el Ayuntamiento de Sevilla? ¿Y cuándo? Quizá por eso ayer matizó el discurso y hasta negó su fecha de caducidad: ya no parece tan seguro que deje la Alcaldía después de ocho años en el cargo. Ya no cierra la puerta para 2023.  Tampoco está mal ser el alcalde de Sevilla, que es la cuarta ciudad con más habitantes de España, a pesar de no llegar a los 700.000. Ya he escrito que lo natural sería considerar a Espadas como un barón, por ser el principal alcalde que tiene el PSOE en este país. Pero la baronía de don Juan está verdísima.

En ese recular puede influir que el globo lanzado ha tenido poco vuelo. A Espadas, en el PSOE de Andalucía, no se le ve como un futuro secretario general. Pudiera ser un buen candidato a la Junta, para dar una imagen más moderada del PSOE. Pero a Espadas, en Madrid, se le ha visto como un chavista, un griñanista y un susanista. Leal a sus jefes de la Junta en aquellos tiempos. Y de la cuerda de la señora Díaz, en todas las trifulcas con el señor Pedro. A sanchistas sevillanos, como Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, no les gustaría ver a Juan Espadas en el sillón del que pretenden desalojar a Susana.

Por otra parte, la señora Díaz no ha tirado la toalla. Controla el partido en las provincias de Sevilla, Málaga y Cádiz, que son las tres más importantes de Andalucía, por mucho que digan de Jaén. Ella aún sueña con hacer lo mismo que Pedro: dar la vuelta a la tortilla, después del humo, para que parezca apetitosa. Ahora la fuerza de Pedro parece sobredimensionada, pero en los próximos meses no es fácil saber qué alcance tendrá. Ni cómo evolucionará el susanismo del PSOE en Andalucía.

Juan Espadas tendría algunas posibilidades como tercera vía, como un mal menor para los susanistas y los sanchistas. Pero esa vía tiene otros aspirantes; y para currársela debería descuidar la Alcaldía de Sevilla, ciudad que no se merece una provisionalidad por las tentaciones de su alcalde, ni parece que él vaya a caer en eso. Ese es el nuevo mensaje: aquí hay alcalde para rato. ¿Cuánto durará ese rato?

Estamos en un momento de amagos, y de Capuletos y Montescos. Lo mejor está por llegar; o puede que sea lo peor.

José Joaquín León