CUANDO Pedro Sánchez dijo que los turistas extranjeros volverán a España a partir de julio, parecía que estaba hablando de marcianos. Los  extranjeros en Sevilla han pasado a ser raros. Estamos como en el siglo XIX (o puede que peor, con las fronteras cerradas y las cuarentenas), cuando llegaban los franceses y parecían de otra galaxia. Venían personajes ilustres como Teófilo Gautier, Alejandro Dumas, Próspero Merimée y tantos otros. Entre ellos y los autores de las óperas sevillanas, contribuyeron a una visión castiza  de la ciudad. Es archisabido que en los tópicos han influido los extranjeros, que veían a los sevillanos (y a los andaluces, en general) como apasionados, folklóricos, flojos y raros. Ahora, por culpa del coronavirus, los raros son ellos.

Es curioso, porque Sevilla estaba llenita de extranjeros. No venían como el inglés Richard Ford para escribir libros de viajes, sino que habían pasado de ser viajeros a ser turistas. Ese cambio implica un descenso de categoría. Al viajero se le supone un nivel intelectual y una capacidad analítica de la que carece el turista, más adocenado, vulgar, un simple lector de la Lonely Planet. Sin embargo, algunos viajeros del siglo XIX también se fijaban en las anécdotas y terminaron escribiendo chuminadas.

En estos días de fase 2, vemos a algún extranjero. La gente comenta: “Todavía quedan extranjeros en Sevilla”. Y suena como cuando dicen: “Todavía quedan cucarachas en Sevilla”. Como si fueran bichos raros. Sin embargo, en Sevilla viven muchos extranjeros (a lo mejor incluso nacionalizados) que son residentes. Era una ciudad atractiva. En los buenos tiempos, se decía que en Triana vivían más de 5.000 chinos, lo que me pareció exagerado. En tal caso, los chinos trianeros serían como los japoneses de Coria, una minoría cualificada. De seguir así, cualquier año mejor que este podría haber cientos de chinos en el camino del Rocío con Triana. Total, ya saben bailar sevillanas. Pero es inútil: no se puede recorrer el camino. Teniendo en cuenta, además, que han suspendido la romería. Y, para colmo, el Rocío está en otra provincia de la fase 2.

Ahora se habla de abrir la Catedral y los museos para visitas. Los turistas sólo podrían ser sevillanos de la provincia única, o esos extranjeros que no se han ido. El extranjero superviviente nos recuerda que el mundo, en otros tiempos (y Sevilla también), era un lugar libre, incluso con algunos países sin fronteras. Parecíamos hermanos. En vez de parecer primos, como ahora, o presuntos delincuentes. Más aún si tienes pinta de extranjero; y a ver qué hace ese tío en Sevilla si no es sevillano.

José Joaquín León