A la gente corriente le ha llamado mucho la atención la fiesta en la que participó el príncipe Joaquín de Bélgica en Córdoba, a la que también asistieron cinco jóvenes de Sevilla, que formaron parte del grupo de los 27. Todo lo sucedido ha sido admirable, y demuestra cómo gestionan estos asuntos del coronavirus. La confianza en los milagros es ilimitada. El día después del fiestón, Joaquín el belga dio positivo en la prueba del Covid 19, que le realizaron al sentirse enfermo. Han puesto en cuarentena a los asistentes, momento en el que descubrieron que cinco habían llegado desde Sevilla, una provincia limítrofe, y no se sabe cómo, quizá porque la fiesta era una actividad esencial o trabajaban fuera.

La gente corriente dice: vaya con los aristócratas y la alta sociedad, que se saltan la escalada por la cara. Tampoco es eso. Hay príncipes y personas de alcurnia que se comportan como si fueran vecinos del Puente de Vallecas, o del Polígono Sur (sin ir más lejos), dos lugares famosos por lo mal que se ha cumplido el confinamiento. A ellos se suma la fiesta del principito.

Pero el mando único y sus medidas variables han quedado retratados por Joaquín, sin querer. Resulta que este príncipe venía de Bélgica, el país con más tasa de muertos por el Covid en Europa, y llegó a España, que es el segundo. Viajó a Madrid en un vuelo regular, con lo que se aprecia que hay vuelos regulares entre dos países de muy alto riesgo. Incluso detalles irregulares, porque Joaquín no ha guardado los 14 días de cuarentena, ni nadie lo ha vigilado. Tampoco descubrió nadie en Barajas que este viajero llegaba con el Covid 19, excepto que lo haya adquirido fulminantemente en Córdoba, lo que parece raro. Ya que el príncipe, desde el aeropuerto de Barajas, se fue a la estación de Atocha, para viajar en AVE a Córdoba. Tampoco en Atocha, ni en la estación de Córdoba, descubrieron que estaba enfermo, y que se había saltado la cuarentena de los viajeros internacionales, que no cumplió.

Con lo cual se ha observado que en los aeropuertos y las estaciones hay un gran descontrol. Mientras, el ministro Ábalos dijo ayer que el 8 de junio, con un poco de suerte, a lo mejor dejan viajar entre provincias. Por fin irán a los sevillanos a su segunda residencia de Matalascañas o Chipiona, que lleva casi tres meses cerrada y en alarmante estado. Van a tener la misma suerte que Joaquín de Bélgica, que viajó de Bruselas a Córdoba, a pesar de no ser provincias limítrofes; y que pasó como Pedro por su casa, por aeropuertos y estaciones, sin que nadie se diera cuenta de que venía con el coronavirus a cuestas. Ojo ahí.

José Joaquín León