ENTRE las actividades suprimidas en Sevilla, a consecuencia del coronavirus, están las procesiones pobres. Me refiero a las de Gloria y Sacramentales, que son las secciones consideradas como los parientes pobres del Consejo de Hermandades y Cofradías. El sentido de esa humildad ya se lo aplicó Joaquín Romero Murube a los sagrarios pobres, cuando los elogió en Dios en la ciudad. Admiraba los sagrarios de los conventos de clausura, con sus flores de trapo, sus macetas y su modestia, allá por la II República, que es cuando lo publicó por vez primera. Las procesiones de gloria no sé si están mejor o peor que antes de la Guerra Civil. Hasta 2019 salían, que ya es algo. Y les ayudaban con las subvenciones del Consejo, gracias a las sillas.

Sin embargo, pasó el mayo mariano, repleto de silencios. Todos esos que criticaban la abundancia de procesiones en las calles de Sevilla ya no dicen nada. Es verdad que algunos cortejos de procesiones de gloria dejaban mucho que desear, y que daban pena. Pero también los había con decoro y prestancia. Entre esas advocaciones, quedan muchas cargadas de historia y solera, junto a otras más recientes.

El recordado Juan Martínez Alcalde fue como un defensor del pueblo de las Glorias. De ese pueblo lejano y de esas glorias que perdimos. Según Martínez Alcalde, las Glorias eran una nostalgia de los grandes siglos de Sevilla, que siempre han sido los pasados. Algunas hermandades no desaparecieron gracias a Juan. Yo le ayudé para que publicara en ABC algunos de sus textos, siempre atractivos. A él le interesaban las rarezas: las vírgenes de una Sevilla añeja, las imágenes pasionistas que no salen en Semana Santa… Es decir, historia recóndita, en trance de perdición, que en algunos casos se salvó por chiripa.

No hubo procesiones en mayo. Tampoco las habrá en junio. Además de las Glorias perdidas, afecta a las Eucarísticas. Entre la general indiferencia, no pudieron salir las de enfermos e impedidos. Y lo peor: apenas se ha lamentado que no saldrá la procesión del Corpus a las calles de Sevilla. Aunque el Ayuntamiento ha tenido el buen detalle de mantener el jueves de Corpus como fiesta local. En la Catedral habrá misa pontifical y procesión claustral, pero no saldrá el Santísimo en la Custodia. Ni se sentará nadie en las sillas.

Perder las Glorias de mayo y el Corpus de junio (con su domingo de Triana, la Magdalena y demás) quizá no preocupe a los que se quejan por las procesiones. Pero es lamentable para Sevilla, al menos para quienes todavía se preocupan por el esplendor de un tiempo que se desmorona.

José Joaquín León