EL estado de alarma ha durado 100 días, ha llegado hasta el comienzo del verano. Pedro Sánchez se queda muy contento (a pesar de los muertos por contar), porque él ha salvado el pellejo. En Sevilla empieza un duro verano, y para hoy han previsto una máxima de 41 grados. Domingo triste, de calles vacías y sudor en soledad. Los únicos remedios contra el coronavirus han sido el confinamiento y el calor. Es decir, encerrar a la gente y ganar tiempo. Con eso paliaron el caos de la falta de mascarillas y equipos de protección en los primeros momentos, así como las facilidades dadas para los contagios. Primero, favoreciendo concentraciones como las del fútbol profesional y el 8-M, cuando el coronavirus ya había llegado a Europa (y a España, donde aparecieron casos en febrero). Y segundo, con el caos en los hospitales, que se convirtieron en un foco de contagios, con una carga vírica terrible, y con sanitarios enviados al martirio. Y tercero, por ser incapaces de poner cortafuegos en algunas residencias de ancianos, donde han muerto miles de personas (no se sabe cuántos), en muchos casos porque introdujeron el virus cuidadores y visitantes asintomáticos.

Así que el gran papel del Gobierno ha consistido en encerrar y esperar. Después de incontables peripecias (algunas discutibles con la legalidad vigente) consiguieron que existan suficientes mascarillas en las farmacias y hasta en comercios. Entonces ordenaron, con razón, que sean obligatorias. Pero lo debieron exigir antes, cuando sumaban cientos de muertos todos los días, cuando los trabajadores esenciales y personas de riesgo viajaban en el transporte público desprotegidos.

El coronavirus va de capa caída en Europa, como se aprecia en las estadísticas. Sin embargo, España mantiene una tasa de contagios más alta que Reino Unido, Italia, Francia y Alemania, países de los que esperamos turistas. Al Gobierno se le ha notado demasiado que con el estado de alarma vivían mejor. Lo han estirado hasta reventarlo. En una de sus intervenciones, dijo Pedro Sánchez que no prolongarlo supondría más fallecidos para España. También que ha ahorrado 450.000 muertes. Es falso. Muchos muertos no se han evitado por las múltiples torpezas; y a partir de hoy van a controlar al rebaño sin necesidad de un estado de alarma.

Sevilla se ha quedado muy debilitada, con una difícil recuperación a corto plazo. No es como la Andalucía de las costas. En verano, volverán los tiempos de las temporadas bajas, las vacas flacas. Y todavía hay necios que dicen que vamos a salir mejores después de esta experiencia.

José Joaquín León