COMIENZA agosto, un mes temible en Sevilla. Otros años cerraban los negocios por vacaciones. Este año también, excepto los que ya están cerrados por ruina. Carece de mérito glosar agosto desde las playas, o elogiar sus soledades, mientras desde la ventana ves el tapón de Matalacañas o el faro de Chipiona. Agosto es el mes de los sevillanos fugitivos, que aprovechan las vacaciones, las jubilaciones, el paro, el teletrabajo, o su oportunidad para largarse. Domingos de agosto es el título de una novela de Patrick Modiano, que nos traslada a Niza en invierno. Sus domingos de agosto no tienen nada que ver con los de Sevilla, lo cito por citar algo. Los nuestros también evocan ese ambiente solitario y obsesivo que emana de la gran literatura. En los domingos de agosto sevillanos parece que va a pasar algo que nunca pasa. El tedio de las horas se disuelve como una letanía sin fin.

La Sevilla de agosto, en los últimos años, era la de los guiris, pero en 2020 será de los sevillanos. Resultaría cruel preguntar a Antonio Muñoz o Manuel Cormax por la ocupación hotelera en este mes. De los años que podemos recordar, el primer gran agosto fue el de 1992, con la Exposición Universal. Veíamos la programación del Teatro de la Maestranza, y la gente preguntaba: ¿cómo es posible? En agosto del 92 programaron cinco sesiones de El gato montés, de Penella, con Plácido Domingo, Juan Pons, Teresa Berganza y Carlos Álvarez, entre otros. Después llegó la crisis del 93. Hoy la crisis del 93 da envidia.

El calor de agosto es legendario. Sin embargo, las estadísticas nos dicen que la segunda quincena de julio suele dejar temperaturas más altas. El mito es más cruel que la realidad. Se confunde el calor con la soledad. Las calles vacías aumentan la sensación térmica, de ahí que los domingos de agosto parezcan tórridos, aunque el martes alcance cuatro grados más. Otra realidad que permanece ajena al mito: ¿se trabaja en agosto? Quizá. Algunas personas cumplen con su oficio

Entre los acontecimientos más admirables de agosto está la novena de la Virgen de los Reyes. Quien asista los nueve días tiene el cielo ganado. No cuenta con tanta literatura como la octava de la Inmaculada, pero es un testimonio de devoción que eleva a Sevilla como capital de la tierra de María Santísima, igual que en tiempos de Benito Mas y Prat. Algunos herejes creen que hasta María Santísima se va de vacaciones. Pero no es así, y se nota cada 15 de agosto. Este año nos faltará la procesión.

Agosto ya no es lo que era, ni nada será igual. Después de agosto, vendrá septiembre. Ya veremos lo que pasa.

José Joaquín León