PARECE que las críticas al gobierno municipal de Juan Espadas por el adoquíncidio son novedosas, quizás inspiradas por las últimas obras, como las calles Cuna y Mateos Gago, o la anterior de Baños. Nada de eso. El adoquín sevillano (o sea, el de Gerena) ya tenía su profeta, que es el arquitecto Javier Queraltó. Fue concejal de Urbanismo y ha predicado con el ejemplo, con obras maestras, como la rehabilitación de la Judería, y también ha predicado en el desierto, cuando vio que en el Ayuntamiento se están cargando el adoquín auténtico desde la década anterior y lo sustituyen por otro de Quintana de la Serena (Badajoz), más liso, menos ruidoso y diferente.

De modo que el problema es triple: la pérdida, la altura y el color. El adoquín de Gerena tiene un volumen más elevado y unos tonos tirando a verdosos, celestes e incluso amarillentos (como el del Muelle de la Sal), que no son como el grisáceo liso que se impone. En cuanto al adoquín que perdimos, aún se podría rescatar en parte, ya que hay calles y plazas que fueron tapadas con capas de asfalto para facilitar la circulación rodada. Si bien debajo del asfalto no está la playa (como en ese lema tan tópico del mayo del 68), sino que en Sevilla debajo del asfalto hay muchos adoquines, algunos en aceptable estado.

No está valorado como se merece. En octubre de 2019, Queraltó y otros miembros del Grupo MP9 denunciaron que adoquines de Gerena retirados de las calles sevillanas no estaban en depósitos municipales, sino en un vertedero privado, donde los vendían a dos euros la pieza. Compraron algunos y demostraron que se podrían reutilizar en las nuevas obras.

El adoquín de toda la vida tiene amigos, pero también enemigos. Entre ellos, los ciclistas del casco antiguo que no van por carriles, y que en algunas calles creen que están en el pavés de la París-Roubaix. Móntate en una bici por la Judería y ya verás. Y, singularmente, las señoras con zapatos de tacón. Aún más las señoritas que los usan de aguja, los cuales se cargaban los Domingos de Ramos viendo a San Roque por Imperial (paraíso del adoquín) y Calería, o incluso antes. Como ya casi todas las muchachas van con zapatillas de lona de Converse o Vans, ese problema se reduce.

En Sevilla, a pesar del adoquíncidio, no ha desaparecido del todo. Quedan calles completas. En algunas con reflejos de contraluz a lo Luis Arenas, como en Laraña. En otras, como la plaza de San Leandro, ahora amenazada, hay adoquines bajo el asfalto. Aún se puede organizar la Ruta del Adoquín de Gerena, y también se puede emprender una campaña de rescate.

José Joaquín León