SIN darnos cuenta, estamos cambiando nuestros usos y costumbres. Las autoridades inventan medidas supuestamente avaladas por expertos en pandemias (¿pero existen?), aunque algunas tropiezan con el sentido común. Y después de que Fernando Simón habló de la inmunidad del rebaño, y de padecer un ministro de Sanidad como Salvador Illa, todo es posible en Sevilla. En el resto de España también. La gente se ha adaptado a las circunstancias del nuevo yo, como volvería a decirnos don José Ortega y Gasset, si pudiera escribir sobre los andaluces y otros asuntos filosóficos que estudió Illa en su carrera. Un ejemplo: la gente se ha acostumbrado a un toque de queda que no toca nadie.

En algunas comunidades autónomas muy castigadas (y tanto) sólo permiten reuniones de dos personas como máximo. Eso es muy fuerte, y deja sin opciones a los terceros y las terceras en discordia. Aparte de que se van a cargar la tasa de natalidad, ya del todo, como sigan así. A ver qué pasa si sólo permiten una criatura en las siguientes medidas para reuniones.

Y después sales a la plaza de San Leandro y hay botellonas todas las tardes junto a la Pila del Pato. Es otra curiosidad. Nos hemos acostumbrado a que cierren los bares a las seis de la tarde, para que no se beban gin tonics en las terrazas, pero permiten vender alcohol en ciertas tiendas presuntas de alimentación. El mismo ron que no pueden beber en las terrazas de los bares se lo zampan en los bancos de las plazas. Y fuman de todo. O se vende alcohol, o no se vende. O se merienda, o no se merienda. ¿Y cuál es la hora de la merienda?

Otra costumbre en desuso: la merienda. Querían que los sevillanos y las sevillanas cenaran a las ocho de la tarde, una hora a la que sólo cenaban los guiris en Santa Cruz. Antes había guiris con cenas a las seis de la tarde, nuestra hora de merendar, hasta que cerraron también los merenderos. Y ya puestos, han cerrado todo, pues no hay guiris. Otra resignación.

Vamos a Los Angelitos, o a otras pastelerías, y vemos tartitas cada vez más pequeñitas. Antes eran así los pastelitos para una personita. Y te dicen: “Hemos reducido las racioncitas”. ¿Vieron los rosconcitos de Reyes? Minusculitos. ¿Y qué me dicen de los Reyes Magos? Son tres, los dejaron reunirse por poco. Papa Noel es uno solo, sirve de recambio. ¿Y qué me dicen de los hijos? “Mi Maripepa ha estrenado hoy un confinamiento perimetral en Camas y ya no la puedo ver”. Y la gente se queda resignada. Y después dice Salvador que sois unos irresponsables y que él no se arrepiente de nada. Y suma y sigue…

José Joaquín León