EN el Partido Socialista Obrero Español ocurren fenómenos extraños. Uno de ellos es la caída en desgracia (o en gracia) de sus más ilustres militantes. A decir verdad, en el PP sevillano pasa algo parecido, pero esa es otra historia. En este artículo me refiero a José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán, al que la Diputación de Sevilla ha nombrado Hijo Predilecto de la Provincia. Eso confirma que Borbolla ha sido recuperado para la causa, por motivos obvios. Siempre ha pensado lo mismo, sus ideas son las que son (tiene ideas, lo cual no pueden decir todos), pero ahora está en el lado bueno, o ya se verá el día 21. A diferencia de otros que van de balas perdidas.

Aunque sea conocido como Pepote, y a él no le moleste, es un personaje de enorme importancia para el PSOE de Andalucía. Está ahí desde los tiempos de la tortilla. Fue un precursor de las diferencias internas, porque las mantuvo con Rafael Escuredo. Fue el primero que ensayó la bicefalia, como secretario general del PSOE de Andalucía, con Escuredo como presidente de la Junta. Hasta que se comprobó que era mejor cargarse a uno y que siguiera otro, por lo que continuó él. Mientras que el presidente andaluz del 28-F pasó a un discreto segundo plano, lo cual significa que se dedicó a otras actividades.

Cuando Pepote salió de la Junta, y fue concejal, vivió otro momentazo. Sucedió en 1998, cuando se eligió el candidato a la Alcaldía de Sevilla entre Alfredo Sánchez Monteseirín y él. A estas alturas de la vida moderna, es difícil saber lo que hubiera ocurrido con el resultado contrario. Desde el punto de vista de la sevillanía más sevillana, es probable que Borbolla se hubiera comportado de diferente manera, en determinados asuntos de ciudad. Pero eso sería caer en especulaciones. Perdió por poco, pero perdió. Y ahí quedó.

Se quedó, verdaderamente, como un jarrón chino, que diría el otro, para ser recordado de vez en cuando. Yo me lo encontraba en algunas bullas de Semana Santa y seguía siendo el mismo Pepote de siempre. Un socialista que decía lo que otros no se atrevían y que incluso iba a misa los domingos. Curiosamente, cuando empezó el jaleo de los ERE, se ha quedado como el último presidente de la Junta que no está imputado, sin contar a Susana Díaz, que es posterior al descubrimiento.

Hay motivos para recuperar a Borbolla, porque es como reconocer a los políticos con ideas de antes de la confusión.

José Joaquín León