EXISTE una historia de Sevilla, pero también una historia de los sevillanos. Parece lo mismo y no lo es. La historia de las personas es más difícil de contar, porque con frecuencia no le damos la repercusión merecida. Por eso, es importante que estos días sean noticia Paco Correal y Jesús Martín Cartaya. Paquiño, con sus crónicas, y Jesús, con sus fotos, pasarán a la historia de Sevilla por haber sabido reflejar la vida y las obras de miles de sevillanos, no sólo de las personalidades y famosos, también de seres anónimos que protagonizan el día a día. Sin ellos, gran parte de lo ocurrido durante los últimos años se hubiera olvidado.

La medalla de oro de Sevilla que va a recibir Correal es un merecido premio, de la cual un pedacito se lo debería dar a Rafael Valero, por la campaña tan eficaz que le hizo, pidiendo que firmaran la adhesión todos los que encontraba a mano. La medalla de oro de Paquiño es como la de Paquito Fernández Ochoa, pero sin esquiar. Es decir, una medalla por todo lo alto, que se ha ganado a contra mano, porque los periodistas están más acostumbrados a que les den palos que premios. Lo importante en Paco Correal no es sólo lo que cuenta, sino cómo lo cuenta. Es esa capacidad para irse por los cerros de Úbeda, sin perderse, sino ganando, mezclar la filosofía de Platón con el pregón taurino, o escribir del Calvo Sotelo de Puertollano, del tiempo perdido de Proust y Romero Murube, y aterrizar con el Plus Ultra en la calle Rioja. Y lo más difícil: que resulte perfecto, coherente y bien soldado. Esa es la magia del correalismo, que sólo él domina. No ha creado escuela, sino un género propio.

El legado gráfico que entrega Jesús Martín Cartaya a la Universidad formará parte de la mejor memoria de Sevilla, pero sobre todo de los sevillanos. De Jesús ya hemos escrito en otras ocasiones, y se sabe que no sólo ha fotografiado mucho, sino que también rompió bastante. La familia Martín Cartaya formó una gran dinastía de las cofradías de Sevilla: Ramón fue hermano mayor de la O, pregonero de la Semana Santa y cofrade de colmillo retorcío en tertulias, Vicente se dedicó a la orfebrería. Y Jesús, que trabajó en Cortefiel (empresa a la que hizo una publicidad impagable), encontró en la fotografía su modo de captar lo que nadie fue capaz. Con trabajo y dedicación. Jesús ha sido valorado con retraso. No se puede olvidar tampoco que Álvaro Pastor Torres se ha esforzado para darle la aureola que se merecía, reconocida con la calle y con otros premios.

Paquiño Correal y Jesús Martín Cartaya son referentes para la memoria de los sevillanos. Sevilla ya ha sido justa con ellos.

José Joaquín León