OTROS compañeros del periodismo sevillano ya han escrito sobre este asunto, por lo que sólo falta elaborar un manifiesto de protesta. Me uno a los que han criticado que el Ayuntamiento de Sevilla, por decisión del alcalde, Antonio Muñoz, dedique un premio de novela a Almudena Grandes, pagado con el dinero de todos los sevillanos. Conste que yo he leído casi todas las novelas de Almudena, desde Las edades de Lulú, que la catapultó a la fama. Pero su relación con Sevilla era escasa. “Venía todos los años a la Feria del Libro”, dicen algunos, y se quedan tan panchos. Como si con eso bastara. Por el contrario, ya se han propuesto otros nombres con más fundamento para ese premio. Yo votaría por Alfonso Grosso, sin ninguna duda.

Alfonso Grosso es el mejor novelista sevillano del último medio siglo. Ha caído en el olvido por diversos motivos, especialmente por su estilo barroco. Hoy en día los lectores y lectoras que devoran novelas policiacas no están preparados para un monumento verbal como Florido mayo. Ni siquiera para su trilogía Giralda, que no es como otras trilogías.

El barroquismo de este autor pasó de moda y hoy se considera impublicable, porque va en contra de la línea prosaica y a veces cuasi analfabética que predomina. Pero no es sólo el estilo. En Grosso hay mucho más. Para empezar, siendo Muñoz un hombre de izquierdas, se puede recordar que Alfonso Grosso también lo era. Como todos los jóvenes escritores de su tiempo, estaba vinculado a los movimientos próximos al PCE, y empezó como uno más del realismo social, con La zanja, El capirote y otras novelas de denuncia. Un mundo centrado en Sevilla y en Andalucía, con el que después fue evolucionando. No ganó el Premio Planeta, pero fue dos veces finalista, con La buena muerte y Los invitados. La década de los 70 fue su gran década.

Fue el mayor triunfador de aquello que se llamó los narraluces. Una narrativa andaluza con voz propia. Alfonso se fue a Madrid, donde pasó por tertulias, escribió, ganó premios y bebió demasiado. Yo lo conocí allí, lo traté, y era impetuoso, vehemente. Pero sobre todo un escritor excepcional, que junto a Caballero Bonald puso a Andalucía en la vanguardia.

Con todo el respeto por Almudena Grandes, no puede caer el Ayuntamiento de Sevilla en los tópicos y prejuicios sectarios. Antes de Almudena ya se escribía. Incluso había un sevillano que escribía mejor, o distinto, y que murió tristemente, y que hoy sigue olvidado, porque es más fácil el compadreo de la nueva izquierda que recuperar a un escritor contra corriente.

José Joaquín León

José Joaquín León