HE conocido como periodista a tres arzobispos nuevos en Sevilla (Amigo Vallejo, Asenjo Pelegrina y Saiz Meneses), y a los tres les colocaron etiquetas al poco tiempo de llegar. La etiqueta es como un sambenito, que se basa, generalmente, en la impresión causada a los cofrades. La etiqueta tiene tela marinera, cuesta mucho trabajo cambiarla, y se centra en cuestiones que no siempre son las propias del pastor de la archidiócesis. No entraré en detalles, por no enredar. El actual arzobispo, José Ángel Saiz Meneses, llegó de Tarrasa (Barcelona) con algunas lecciones aprendidas, y con un peón de confianza, que es de mucha ayuda en los quites. Ha caído bien a la feligresía, que es lo más importante, según parece. Pero don José Ángel tiene más hondura. En su intervención del martes, en el foro de la Fundación de la Cámara de Comercio, se le notó, y también se vieron algunos riesgos del etiquetaje.

El arzobispo llegó hace 15 meses. Aún se le considera nuevo, ya que en Sevilla se supone que deben pasar varios años de residencia para entender algo de esta ciudad difícil. Cuando llega un arzobispo, las primeras etiquetas que le ponen se fijan en si es cofrade, anticofrade, no sabe nada de cofradías ni le interesan, o no sabe nada de cofradías pero quiere aprender. Saber de cofradías se considera aquí de semejante manera: recitar el orden del Miércoles Santo de corrido, identificar a la banda de cornetas y tambores que toca detrás del paso de misterio de San Gonzalo, saber quién es el capataz de la Amargura y otras así. Se da por supuesto que, al llegar, ningún arzobispo conoce las respuestas correctas. Pero las puede aprender en un par de años, o antes, si se lo toma en serio.

El etiquetaje se percibe en lo que ha trascendido de su intervención en el foro que tuvo lugar en el hotel Alfonso XIII, ante una representación de las fuerzas vivas sevillanas. Se ha destacado su crítica a los chilladores de los pasos. En las preguntas, predominaron las relacionadas con las cofradías; incluso quisieron saber su opinión sobre la reforma de la Semana Santa, y hasta le preguntaron si iba a dar un baculazo, en caso de no haber acuerdos.

La charla de don José Ángel se titulaba Soñemos juntos, y abundaba en la doctrina social de la Iglesia. Entre otras cuestiones, se refirió a los barrios más pobres de España, que están en Sevilla, y a la necesidad de solucionar un problema para el que hay buena voluntad, aunque sin resultados. Un arzobispo es algo más que un capillita. El Señor de Sevilla pasó por los Pajaritos, pero parece que algunos no saben distinguir entre lo hondo y lo superficial.

José Joaquín León