AL conmemorarse el primer aniversario de la visita del Señor del Gran Poder a los llamados Tres Barrios, algunos se están preguntando: ¿para qué sirvió aquella Santa Misión? El Señor de Sevilla salió de su basílica de la plaza de San Lorenzo, en el centro de la ciudad, para visitar las parroquias de la Blanca Paloma, la Candelaria y Santa Teresa. Aquellos días, por la zona de Los Pajaritos, la Candelaria, Amate y otros barrios de las inmediaciones, hubo un inusual ajetreo, un despliegue mediático (y policial), que situó el foco en unos lugares considerados conflictivos, y que no son zona de paso para la mayoría de los sevillanos. Escenas insólitas, costumbrismo desconocido. ¿Y qué ha quedado?

Un año no es nada para ver si se enmienda el fracaso de cinco décadas. La historia es conocida. Es la historia de la degradación de unos barrios obreros, como otros que se expandieron en Sevilla durante la posguerra franquista. Los vecinos originarios pertenecían a la clase trabajadora, más o menos modesta. A partir de los años 70, sufrieron el castigo de la droga de diversas maneras: hijos que se engancharon, vecinos que cayeron en las malas tentaciones para traficar. Y a ellos se sumaron otros residentes nuevos, que añadieron delincuencia y desarraigo social.

Sin valorar la influencia de la droga en el pasado y en el presente, no se conseguirán soluciones para esos barrios y para otros de Sevilla. Como dijo el arzobispo, José Ángel Saiz Meneses, recientemente, muchas de las personas que trabajan en la acción social en esos barrios, incluyendo a Caritas, parroquias, hermandades y otras oenegés, saben que es muy difícil convencer a los jóvenes para que se integren en la cultura del esfuerzo, en la superación y el estudio, cuando algunos de sus amigos ganan mucho dinero con los trapicheos. Aparecen estadísticas sobre el abandono escolar en España, Andalucía y Sevilla que tratan este asunto con ingenuidad. Porque requiere de una atención variada, y no sólo policial, que también, sino asimismo de regeneración social.

Es difícil conseguirlo sin ética y sin creencias. El Señor ha ayudado, porque llevó más fe, más esperanza y más caridad a un territorio necesitado. Pero es necesario que las ayudas e inversiones de la Junta y el Ayuntamiento aborden la realidad. El mayor problema no es que cinco barrios de Sevilla aparezcan entre los más pobres de España, sino que detrás hay personas que lo sufren. Gente honrada, castigada a veces por el paro y la marginación, pero también por un ambiente hostil, que necesita un cambio profundo con realismo.

José Joaquín León