EL presidente de la Junta, Juanma Moreno, pasó por Barcelona el lunes, en son de paz, para hablar de Andalucía en el Foro de La Vanguardia. Anunció que la Junta abrirá su tercera oficina o embajada en Barcelona, tras las de Madrid y Bruselas, pero no para que vengan ricos catalanes, sino para fomentar las relaciones. Como han advertido desde Cataluña, los ricos catalanes que se querían aprovechar ya se han trasladado a Madrid, donde la fiscalidad es más liviana que en Andalucía. En la capital cuentan con las ventajas de la centralidad, las mejores infraestructuras y más desarrollo. Eso nos lleva a una de las claves del problema andaluz, y de Sevilla en particular: el centralismo para invertir.

Sevilla y Barcelona fueron las beneficiadas del 92. Los Juegos Olímpicos en Barcelona, la Exposición Universal en Sevilla. En Madrid se consolaron con la Capital Cultural Europea, pero las inversiones de infraestructuras se hicieron en Barcelona y Sevilla. Ambas ciudades ya habían crecido gracias a sus exposiciones internacionales. El modernismo, los años 20, fueron épocas de esplendor en Barcelona y Sevilla. Gaudí y Aníbal. Los periodos de crecimiento y crisis suelen coincidir en ambas ciudades, con pocas excepciones.

Después del 92, en Madrid tomaron nota. Desde entonces las grandes infraestructuras se han concentrado en la capital, y se olvidaron de Sevilla y Barcelona. Con más de un siglo de existencia, el Metro de Madrid tiene ya 12 líneas, llega a 12 municipios y cuenta con el apoyo de una extraordinaria red de Cercanías. Además, las carreteras en torno a la capital de España comunican todo su entorno, incluso con una red de peaje ruinosa que fue rescatada. Por lo demás, el AVE es radial: creció con la idea de que los extremos de España estuvieran a dos horas (o menos) de Madrid. Y la expansión de Barajas lo convirtió en el gran aeropuerto de toda España para los vuelos intercontinentales.

Mientras los gobiernos de Aznar, Zapatero y Rajoy mimaban a Madrid, en el resto de España sólo había obras públicas para llegar antes a la capital del Reino. En Barcelona, como en Sevilla, se vienen quejando amargamente de las pocas inversiones del Estado desde principios del siglo XXI. Pero con una diferencia estratégica: en Barcelona ha sido uno de los caballos de batalla utilizados por los independentistas para buscar adhesiones al separatismo, mientras en Sevilla las fuerzas vivas locales se resignan a que sigan marginando a la capital andaluza en las inversiones. Sevilla no cuenta para las grandes infraestructuras desde hace más de 30 años.

José Joaquín León