TODAVÍA está coleando el fracaso de la candidatura de Málaga para la Exposición Internacional de 2027. Elías Bendodo intentó llevar este asunto a la campaña electoral, para subrayar la falta de apoyo del Gobierno de Pedro Sánchez, que se ha implicado muy poco con la candidatura malagueña (y andaluza), pero el alcalde, Francisco de la Torre, zanjó las críticas. La realidad es que ni el Gobierno de España, ni la Junta de Andalucía, ni el Ayuntamiento de Málaga pueden estar orgullosos de lo ocurrido. Ha sido un fracaso diplomático.

Belgrado, la capital de Serbia, consiguió la Exposición Especializada de 2027 (así se denomina), con claridad. Se ha destacado que ganó la votación definitiva a Málaga por 11 votos (81 a 70), pero no hubo margen de sorpresa, ya que Belgrado fue la candidatura más votada en todas las rondas. Y se ha afirmado que los serbios ganaron gracias al apoyo de Rusia, China y los países no alineados, lo que desvela una pésima gestión española, en tiempos marcados por la guerra de Ucrania.

La candidatura de Málaga levantó esperanzas y expectativas en la ciudad. Confiaban en que sirviera para su desarrollo, como la de 1992 en Sevilla. En el resto de Andalucía y de España ha pasado desapercibido todo lo ocurrido, que se ha gestionado con más pena que gloria. También es cierto que Málaga tiene fortalezas y atractivos, con Expo y sin Expo.

No obstante, para Sevilla, lo ocurrido es significativo. Debería servir para valorar la importancia histórica de las dos exposiciones celebradas en 1929 y 1992. Y también para que el Centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929 se conmemore por todo lo alto, y sirva para reforzar el americanismo de Sevilla, que está de capa caída. Ahí el nuevo Ayuntamiento, con el alcalde José Luis Sanz a la cabeza, afrontarán un reto más trascendente que el de acoger los premios Goya.

La Exposición de 1929 originó la primera gran transformación de la Sevilla contemporánea. Desde la Puerta Jerez hacia el sur, casi todo lo que existe guarda relación con el 29. Al menos, lo principal. Entre lo que quedó allí destaca la plaza de España, que junto con la Catedral y el Alcázar forman el triunvirato de los monumentos de Sevilla famosos en el mundo entero. Algunos todavía no se han enterado de la importancia del 29, de la plaza de España y de Aníbal González, que fue para Sevilla como Gaudí para Barcelona: un revolucionario, cuya huella perdura.

Sevilla renació con las dos Expos, aunque tuvieran detractores, como todo lo que supone progreso para esta ciudad.

José Joaquín León