UN Gobierno progresista del PSOE sanchista (y las expertas en sumar lo peor de cada casa) nunca tiene la culpa de nada. Mientras que un Gobierno peperoni siempre tiene la culpa de todo. De lo que se deduce que unos son muy listos y los otros… pues no. Se ha visto, una vez más, con la alerta meteorológica de la Aemet, que se equivocó al avisar que se batiría el récord de precipitaciones de todos los tiempos en Madrid, capital de España. Aunque, ciertamente, llovió mucho en Toledo y el sur de la comunidad uniprovincial madrileña. También se vio con el gran carajal que montó Renfe el lunes, a cuenta de los problemas del AVE, con retrasos de varias horas, pérdidas de conexiones y de viajes en la fecha del inicio de vacaciones de septiembre y un tremendo estropicio, que sembró el caos en la estación sevillana de Santa Justa. Contrasta eso con lo que sucedió en enero de 2018.

¡Qué poca memoria histórica! El ministro Fernando Grande-Marlaska, que nunca es responsable de nada de su competencia, pidió “lealtad institucional” al PP. Porque el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, lamentó las consecuencias para la capital de esa alarma tan exagerada. Aunque a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, sí le pareció oportuna. También criticó el ministro un comentario del presidente de la Junta, Juanma Moreno, sobre las imprecisiones de Aemet, que incluso forzaron a suspender, con antelación, el partido entre el Atlético de Madrid y el Sevilla FC. Y se hubiera podido jugar.

¿Lealtad institucional? ¿La tienen ellos? En enero de 2018 acusaron a dos políticos sevillanos, el entonces ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, y el entonces director general de Tráfico, Gregorio Serrano, de ser los responsables del bloqueo por nieve en la AP-6, sobre todo en la provincia de Burgos. En enero, puede ser normal que nieve allí. Muchos conductores quedaron bloqueados. Gregorio Serrano dijo que salir a conducir, en esas circunstancias, era una temeridad. En el PSOE pidieron su dimisión a coro. Y le acusaron de dirigir el operativo desde Sevilla. Por lo visto, debía irse a la nieve con los conductores.

En cambio, ahora nadie tiene la culpa de nada. Ni de los errores, demasiado alarmistas, en las previsiones de la Aemet. Ni de los pitidos en los teléfonos móviles para acongojar a los madrileños. Ni de organizar mal el operativo de los trenes de Renfe, con graves perjuicios para cientos de viajeros. Nadie es culpable de las danas progresistas. Son fenómenos meteorológicos. Y no todo se estropeó: a Bruselas sí pudo viajar la dama.

José Joaquín León