EL atrio de la Real Iglesia de San Antonio Abad está en el cogollo de Sevilla, junto al kilómetro cero de la Semana Santa, que es la Campana. Si el incendio del pasado sábado hubiera ocurrido en los tiempos románticos de Gustavo Adolfo Bécquer, es probable que hubiera escrito una leyenda. Y se hubiera podido reeditar, un siglo y pico después, con prólogo de Rafael Montesinos, que era tan becqueriano como Gustavo Adolfo. Milagro es que se eleven las llamas junto al santo y no resulte quemado Judas Tadeo. Dicen que se hubiera calcinado en caso de ser una talla de madera, pero a lo mejor tampoco. Y que sucediera el sábado pasado, dos días antes de su fiesta (se celebró el lunes 28), añade otra casualidad, como las que concurren en los milagros dignos de leyenda.
Algunos indocumentados confunden a San Judas Tadeo con San Pancracio. No tiene nada que ver. Judas Tadeo fue uno de los 12 apóstoles de Cristo. El Judas bueno; por tanto, el contrario del Judas malo. Al ser uno de los apóstoles, sale en el paso de la Sagrada Cena, por lo que está presente en la Semana Santa. No obstante, en Sevilla se le reza en su versión de figurita pequeña. No lo hizo Juan de Mesa, no tiene mérito artístico; y en eso consiste su gracia, porque se le reza para las causas desesperadas, y se le siente cercano por su aspecto, tan humilde y de poquita cosa.
El itinerario correcto, cuando se acude a San Antonio Abad, es entrar primero en el templo para rezar al Santísimo Sacramento, a Jesús Nazareno y a María Santísima de la Concepción. También se le puede rezar a la Inmaculada del Alma Mía, o a San Miguel, que lo han puesto en buen sitio y está para rezarle. Pero algunos no pasan del atrio, sólo llegan hasta San Judas Tadeo, el campeón de las velas, compañero de otros dos santos milagrosos, como son San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, y Santa Rita de Casia, abogada de los casos imposibles.
Las llamas no han prevalecido sobre San Judas Tadeo. En la desgracia, se quemó el cuadro de San Diego, que volverá a pintar Ricardo Suárez. Es el momento de adoptar más medidas de precaución y seguridad. Prohibir allí las velas sería peliagudo. Cada vela encendida es una llama de amor viva, es un corazón que late tembloroso, que diría un pregonero. Recuerdos de fe, esperanza y caridad. Soy decidido partidario de poner velas a los santos, por según qué motivos. A los tres del atrio de San Antonio Abad les he puesto velas. Si tienen fama, será por algo.
La leyenda de San Judas Tadeo no la escribió Bécquer. El autor es el santo. Estuvo ante un infierno y se salvó a sí mismo.
José Joaquín León