CON la muerte de José Luis Garrido Bustamante se nos va un pionero de la televisión y la radio en Andalucía. Tras su fallecimiento, se han recordado sus méritos, que son múltiples y variados. Fue el estandarte de RTVE en Andalucía, en los años de la transición, una voz solemne e inconfundible, que venía de Radio Nacional de España, y que se amoldó a la televisión hasta convertirse en su referente andaluz cuando la autonomía estaba recién nacida. José Luis fue la voz de su tiempo. Y para los sevillanos fue algo más: la voz del cofrade. Es decir, fue el profesional que consagró la televisión como un medio de comunicación esencial para las cofradías. Encumbró la pequeña pantalla como una referencia imprescindible para la difusión de la Semana Santa.
José Luis Garrido Bustamante fue el artífice de memorables retransmisiones, entre las cuales siempre se recordará aquella de la entrada de la Esperanza Macarena en su basílica. Desde que Garrido Bustamante retransmitió la entrada de la Macarena comenzó un tiempo nuevo. Hubo un antes y un después. A partir de ahí, la televisión ya era imprescindible para la Semana Santa de Sevilla.
También hay que apuntar que no sólo influyó la profesionalidad y el buen hacer de José Luis para ser un referente legendario, sino también que era un cofrade de los pies a la cabeza. No buscaba sensacionalismos, sino que amaba a las cofradías y se le notaba. Fue el recordado pregonero de la Semana Santa en 1990. Recibió muchas distinciones, entre ellas la Medalla de Sevilla, antes de que fuera demasiado tarde.
José Luis me llamó por teléfono cuando me nombraron pregonero, hace poco más de un mes, para felicitarme. Aquel día me contó que estaba en Salteras, “trabajando en el campo”. Tuvo algo de profeta. En 1990, al dedicarme un ejemplar de su Pregón, me escribió su “deseo ferviente” de que algún día yo también fuera pregonero de la Semana Santa de Sevilla.
La casualidad (¿o no es casualidad?) hizo que ayer su féretro estuviera a los pies de la Virgen de la Presentación, situada en su altar de cultos, delante del retablo mayor de la Magdalena. Junto a su Cristo del Calvario sonó, como un crujido en la caoba de su paso, el poema que le dedicó en su Pregón: “y a mi Cristo que duerme con su más dulce muerte/ yo le pido que cuando me desprenda de lo humano/ se libere de clavos, de su sueño despierte/ y me saque del mundo agarrado a su mano”.
Los goznes ya se abrieron... José Luis Garrido Bustamante se durmió con dulzura, agarrado a la mano de su Cristo amado.
José Joaquín León