HA sido estupendo que los Reyes de España entregaran ayer una de las Medallas de las Bellas Artes al Gremio de Arte Sacro. La recibió su presidente, Francisco Carrera Paquili.Y, además del reconocimiento que supone para el Arte Sacro, lo es también para el esfuerzo de Paquili, que es un auténtico fatiga en la defensa de esos artesanos que merecen ser considerados artistas, como los de las Bellas Artes, cuya medalla ya tienen. Como suele pasar en estos premios, los políticos han tenido muy buenas palabras. Y por ello me parece oportuno recordar algunas luces y sombras del arte sacro de nuestra tierra.

Desde que llegó Juanma Moreno a la presidencia de la Junta de Andalucía es cierto que están promoviendo ayudas a las hermandades y otras entidades para restauraciones del patrimonio histórico artístico religioso. Y que han mostrado interés por el arte sacro. Parece que intentan paliar en parte (sólo en parte) la marginación que han sufrido los artistas andaluces dedicados al arte religioso en la entrega de las medallas de Andalucía. Quizás porque al PSOE le entraba cierto complejo progre para premiar el arte religioso. Sin embargo, las medallas de las Bellas Artes las concede el Ministerio de Cultura. Y el actual ministro, presente ayer en Sevilla, es Ernest Urtasun, uno de los jefes de Sumar, el partido donde confluyen los izquierdistas requeteprogres de Yolanda Díaz

Volviendo a la marginación del arte religioso en los premios de la Junta, fue lamentable el caso de Luis Álvarez Duarte, que murió sin la medalla de Andalucía, a pesar de que fue solicitada por hermandades de varias provincias; y no se valoró que es autor de imágenes que salen en Semana Santa en las ocho capitales y las ocho provincias andaluzas. Aparte de sus méritos artísticos. Por el contrario, la Junta ha premiado a personajes populares de otras actividades folklóricas andaluzas. Y sin las reticencias que han mostrado con artistas y artesanos dedicados a lo sagrado.

Arte religioso hay de Velázquez y Murillo, y no digo más. Es decir, que en otros tiempos lo sagrado no estaba menospreciado, ni se consideraba un subproducto del arte. Para ver la pujanza histórica del arte y las artesanías religiosas, basta con darse estos días un paseo por la Catedral, la Fundación Cajasol, Santa Clara, el Santo Ángel o el Archivo de Indias para ver las exposiciones organizadas con motivo del Congreso. Del Congreso bueno, se entiende, que es el de las devociones populares. La cultura oficial nunca le debería dar la espalda al arte sacro. Y menos aún por complejos y marginaciones políticas.

José Joaquín León