EL camino de vuelta del Rocío no es como el de ida. Para muchos romeros, el Rocío se termina el lunes de Pentecostés. Cuando entra la Virgen sería como cuando se acaba la estación de penitencia en Semana Santa. El camino de vuelta del Rocío no es tan festivo como el de la ida. Algunos rocieros de pata negra consideran que resulta más íntimo, incluso más bello. Vuelven menos de los que salieron, lo cual sería como una metáfora de la vida. Son muchos los llamados a ir, y menos los escogidos para volver. En algunos hermandades, apenas regresa un tercio de los que salieron la semana pasada. No obstante lo cual, una parte de los que fueron y no vuelven reaparecen cuando las hermandades llegan s sus templos, que es cuando termina la peregrinación.
El camino de ida y vuelta requiere de mucho tiempo libre. Dura como una Semana Santa, pero con sus vísperas incluidas. Y hay que sumar el tiempo de los preparativos a la ida y de la adaptación a la vuelta. El Rocío contribuye a la fama tópica de los andaluces en permanente estado de fiesta. La Semana Santa, la Feria y el Rocío condicionan casi un mes de actividad en Sevilla. Se suele entender en sentido negativo. Menos producción industrial. Pero ciertamente es una fuente de ingresos para la economía local. Marzo, abril, mayo y junio son meses en los que suele bajar el paro en Sevilla y en toda Andalucía.
Aunque parezca una contradicción, en las fiestas andaluzas (y sobre todo en las sevillanas) se trabaja mucho. En empleos remunerados y en lo que se denomina labores de voluntariado. O sea, trabajar gratis, por devoción, por amor a tu hermandad, o por lo que sea. Y eso también transforma a la sociedad. La mentalidad andaluza ha creado una identidad, en la que el componente religioso, por cierto, es esencial, si se compara con otras tierras de España. La identidad no es sólo la consecuencia de hablar en otra lengua, sino que se asienta en las costumbres.
El Rocío no es sólo andaluz, pero sí mayormente. Y esta diferencia entre la ida y la vuelta también forma parte de la mentalidad. Nos provoca más ilusión la víspera que la fiesta. La Cuaresma, que es tiempo de penitencia, en Sevilla se aprovecha para el regocijo. Hasta con una gastronomía para los días de ayuno y abstinencia. ¿Lo que está por llegar es más ilusionante que lo vivido? No es eso, pero sí que lo futuro nos atrae más que cuando se convierte en pasado. Otra contradicción, porque la tradición se alimenta del recuerdo. El camino de ida fue tan alegre que el de vuelta lleva a la nostalgia. Se acabó lo que se daba.
José Joaquín León