CUANDO llegan los días postreros de julio, se habla y se escribe mucho de Triana. Sirve de motivo la Velá de Santiago y Santa Ana, que, siendo fiesta trianera, tiene la consideración de serlo de Sevilla por todo lo alto. Es una fiesta de la Triana de nostalgias marineras, que se sienten especialmente en julio. Ya por el día 16, con la fiesta del Carmen, que es una de las esenciales devociones trianeras. Carmen que es un faro desde su capillita en el puente, y que navega por el río. La Virgen siempre está presente en Triana: alimenta sus Esperanzas, en Pureza y en La O, con una Estrella en la noche a ese lado del río, y con tantas devociones marianas.

Ya la mayoría de los trianeros no viven en Triana, pero quedan generaciones de familias que sí vivieron en Triana. No todos en las cavas y en los corrales de vecinos, de los que después salieron en tropel hacia los polígonos y las barriadas diversas. Es como un mito de Ulises que busca a Penélope en Triana.

Aquel éxodo histórico ha seguido. Ya de un modo menos legendario, quizás más silenciado, con casas que se transforman en hoteles. Y con una calle San Jacinto, a la que algunos trianeros llaman el Paseo Marítimo, porque es como un paseo veraniego de las costas andaluzas, al servicio de los veraneantes y los turistas, llena de bares y veladores, al amparo de un río que supuestamente aporta un frescor imperceptible.

Triana es más marinera que nunca en estos días de julio. Es ya la antesala de agosto, cuando se supone que Sevilla no existe, excepto para la Virgen de los Reyes; y cuando se supone que Triana se ha mudado a las playas de Chipiona y a Matalascañas, por lo que tampoco existe. Así, cuando llega la Velá de Santiago y Santa Ana, se transforma Triana, como en un decorado de cartón piedra que se hace realidad. Y se vuelve a escenificar lo que fue la Triana de antaño, con una cucaña en un río, con unas avellanas verdes que otros días nadie comería, con unas casetas que no son como las de la Feria de abril o de mayo. Y entran las dudas de si lo que vemos es sólo una obra de teatro costumbrista, por mantener los recuerdos.

Y, a pesar de todo, se sabe que Triana no morirá, que tiene un alma propia. Al otro lado del río, en la otra orilla, se desarrolla en julio una nueva versión del eterno combate, entre el dolor de la muerte y la esperanza de la vida.

José Joaquín León