POR razones más políticas que culturales, en los últimos tiempos se ha puesto de moda inaugurar espacios expositivos. En algunos casos, ha permitido (o permitirá) la salvación de edificios emblemáticos que fueron concebidos con otros fines. En Sevilla, por citar casos obvios, ni las Atarazanas, ni la Fábrica de Artillería, ni San Hermenegildo fueron edificados para ser centros culturales. Aunque peor sería muerto que sencillo. En Andalucía tenemos el buen ejemplo de Málaga, una ciudad de inferior rango cultural y artístico que Sevilla, Granada y Córdoba, pero que con el alcalde Francisco de la Torre ha apostado por Picasso y por la cultura.

En ese contexto, a veces se ha criticado a Sevilla por no saber difundir sus tesoros artísticos. Se suele decir que el Museo de Bellas Artes no está puesto en valor. Si lo colocaran en una balanza, para hacer una comparación (siempre sería odiosa) con el Guggenheim de Bilbao, ¿cuál sería de más valía? Pues, si se le pregunta a muchos turistas, quizás darían la respuesta equivocada.

Están de moda los centros culturales. Pero cabe preguntarse: ¿qué arte queremos? Por eso, me ha parecido muy interesante el libro Una mirada al arte, de Gonzalo Martínez, catedrático de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, así como académico de Bellas Artes de Cádiz y Jerez, su tierra natal. Pintor de larga trayectoria, premiado en Sevilla y otras ciudades, que tiene obras en instituciones de la ciudad y ha publicado libros y trabajos de investigación.

En su libro denuncia la vulgaridad del arte contemporáneo, después de que en la segunda mitad del siglo XIX y en el XX los artistas abrieran caminos nunca explorados. Y afirma: “Sin embargo, en los últimos años, salvo excepciones, una infinidad de obras resultan vacías y de escaso interés”. Porque en el siglo XXI, en general, se presentan ocurrencias e ideas vagas, que son apreciadas desde la falta de criterios. Cuando no por el temor de quedar como paletos artísticos, ante lo que carece realmente de valor. En Sevilla, hemos tenido curiosos ejemplos recientes.

Gonzalo Martínez denuncia que se ha perdido, en gran parte, el sentido del arte como vocación y fruto del esfuerzo. En siglos pasados, hubo otro concepto del tiempo y del trabajo en equipo. Se ha llegado a un presente de mediocridad para el arte. Quizás porque en la sociedad ocurre lo mismo: decadencia de las ideas y las creencias.

José Joaquín León