LA culpa ha sido de la noche de Halloween. En los últimos años habíamos escrito tropecientos artículos, denunciando que era un invento yanqui, una ordinariez, algo impropio de nuestras tradiciones y fiestas. Pues ha bastado un exceso de aforo (entraron 1.400 criaturitas donde cabían 900) en un local de San Francisco Javier para que la nochecita de los monstruitos evocara no al más allá, sino al más pallá, cuando aquella fiesta de Halloween de Madrid, de infausto recuerdo. Por supuesto, no ha ocurrido nada parecido. Pero sí lo suficiente para que hayan clausurado tres locales y para que se preocupen. Y, de rebote, se han acordado de la botellona, que no estaba muerta, como cantaba Peret, sino que estaba tomando cañas con los disfraces tenebrosos.

Y en esto llegó Juan Carlos Cabrera, y mandó a parar, y se acabó la diversión. En plan comandante de las fuerzas de Seguridad Ciudadana dijo que reforzará los dispositivos policiales. Algunas veces parece que en Sevilla el equipo de Gobierno está formado por el alcalde, Juan Espadas, y dos concejales, Juan Carlos Cabrera y Antonio Muñoz, que son los que aparecen en todos los jaleos. Mientras que los demás del PSOE están como de vacaciones.

Los dispositivos de controles aumentarán en Nervión, la Alameda, el Paseo de Colón, la Alfalfa, Adriano y Heliópolis. Si las asociaciones de vecinos quieren más, que lo pidan. A propósito de Cabrera, al que tengo gran aprecio, alguien me preguntó una vez: “¿Y qué tienen que ver las Fiestas Mayores con la Seguridad Ciudadana?”. Pues ha sido un acierto unirlo, porque tiene todo que ver. No se sabe qué pasa en las noches sevillanas, pero aparecen los borrachos cada vez que hay algo. En Nochevieja y en la Feria se puede dar por sentado. Pero llega la noche de Halloween y también. Llegará la noche de las tunas de la Inmaculada y también. Y no digamos nada de la Madrugona de la botellona, cuando se pelean en un bar de la calle Arfe y llega el efecto dominó hasta la muralla de la Macarena, si es preciso. Con los borrachos de la noche siempre se rompe la concordia y se monta la discordia.

No hay que dejar que vuelvan las prácticas de las botellonas. Porque después se crecen y las carga el diablo, y no sólo en la nochecita de los monstruitos. Es una pena que la gente no sepa divertirse sin beber. Ahora les van a aplicar el 155 de la botellona, y se van a enterar. Puede que algunos se exilien al Charco de la Pava.

José Joaquín León