SI Los del Río fueran catalanes, del río Llobregat, estarían considerados a la altura de unos hermanos Gasol de la música. Pero como Los del Río son del río Guadalquivir todavía parece que les sonó la flauta de Macarena por casualidad. Cuanto más grande sea el éxito, más peaje se paga. Para colmo, si son sevillanos y andaluces, eso no se les perdonará en el resto de España, singularmente en ciertas plurinacionalidades. Y tampoco se valorará suficientemente en Andalucía, por aquello de los complejos. Los del Río están más reconocidos en el extranjero que en España. Ahora han sido distinguidos en Las Vegas (no las de aquí, sino las auténticas de allí), en los Grammy Latino, con un Premio a la Excelencia como homenaje a su trayectoria.

Han sido unos currantes. Empezaron en 1962, en Radio Sevilla. Poco después de las inundaciones del 61 y de la Operación Clavel, por situarnos. Entonces, además de Antonio Romero Monge y Rafael Ruiz Perdigones, también incluían a Alberto, hermano de Rafael. Algunos los recuerdan cuando Antonio Pulpón, el mítico empresario de los espectáculos sevillanos, les montó una carrera por tablaos y ferias, incluidas muchas de pueblos pequeños.

Cuando dieron el pelotazo, después de 30 años cantando por aquí y por allí, la gente no se lo creía. Sevilla tiene un color especial se convirtió en el himno oficioso de la Expo y de una Sevilla popular, no del todo intelectual, pero que también existe. Y se debe respetar, al menos con la misma benevolencia rumbosa que a Manolo Escobar y Peret, a los que se ha idolatrado en este país, quizá porque cantaban en Cataluña.

Sin embargo, ningún artista español ha obtenido un éxito en EEUU como el que consiguieron Los del Río, en 1993, con Macarena. No es sólo que la convirtieran en un número uno legendario, y que se cantara y bailara en todo el mundo, sino que han pasado casi 25 años hasta que el Despacito de Luis Fonsi ha vuelto a poner de moda lo hispano en los hits de EEUU.

Y, para colmo, la Macarena, cuyas raíces son inequívocamente sevillanas, fue incorporada por Bill Clinton a su campaña. Que un presidente tan demócrata y progresista (detalles conyugales al margen) le concediera ese voto de confianza a Los del Río no sirvió para redimirlos en el difícil mundo del cultureta indignado español. ¿Y qué importa esa envidia? El éxito de Los del Río está ahí. Una vez más, se lo han vuelto a reconocer fuera de España.

José Joaquín León