TODO el mundo en general esperaba que el multazo a las monjas de Santa Inés sería rápidamente anulado, después de que la Junta de Andalucía aprobó la restauración del histórico órgano. Este caso es chocante, extravagante e indignante. Por eso, más de 50.000 personas han pedido la retirada de la sanción, en la campaña participativa que se ha montado. Hasta un parvulito distingue que no hay proporcionalidad entre la infracción y la sanción. Nadie ha entendido que la Consejería de Cultura proponga un multazo de 170.000 euros. Aunque los trabajos se iniciaron sin permiso, tenían todas las garantías técnicas, con el aval de la Fundación Alquimia Musicae y de su fundador, Abraham Martínez, que dirigió los trabajos. Y si le hubieran preguntado a Maese Pérez el Organista también hubiera estado de acuerdo, o ya oirán como lo toca en la próxima Misa del Gallo.

Este caso no es como el del Ecce Homo de Borja, con su remodelación a lo loco. Las franciscanas clarisas no han destrozado el órgano. Por el contrario, buscaron colaboración técnica adecuada para reparar un instrumento que es legendario gracias a Bécquer. Mientras que la Junta de Andalucía ha incumplido sus compromisos conservacionistas en Santa Inés. La desproporción de la multa y otros detalles arbitrarios llevaron al abogado Joaquín Moeckel a hacerse cargo de la defensa.

Todo parece lamentable. Es inoportuno el momento, cuando ese monasterio y otros afrontan dificultades para sobrevivir. Es abusivo que se ceben en el castigo a unas monjas humildes. Y es todavía peor que las afectadas sean precisamente las franciscanas clarisas, una congregación que alcanzó un acuerdo para irse en 1998 del convento de Santa Clara, que fue transformado y usado para actividades culturales municipales. Las pocas religiosas que quedaban en Santa Clara se trasladaron a Santa Inés con sus hermanas. Allí ya existía otro acuerdo institucional desde 1992, que permitió a la Junta disponer de un Espacio para el Arte Contemporáneo. Aunque no restauraron la zona conventual, incumpliendo su compromiso.

Si la Junta de Andalucía tuviera como consejero de Cultura a Kim Jong-un, el líder majarón de Corea del Norte, a lo peor se entendería algo. Pero Miguel Ángel Vázquez no es así, y debería ser el primer indignado con este disparate que le han colado. Afecta directamente al sentido común, del que tanto se habla.

José Joaquín León