EMPIEZA diciembre, un mes en el que los conventos sevillanos suelen tener buena imagen, gracias a los dulces navideños. La Sevilla Oculta (como fue calificada en el libro de referencia de Enrique Valdivieso y Alfredo J. Morales, con fotos de los Arenas) ha salido esporádicamente a la luz, con sus glorias y sus penas. En estos días también está de actualidad Santa Clara, que ya no es un convento desde 2002. Ahora es “un foco cultural de primer orden”, según lo ha calificado Antonio Muñoz, delegado municipal de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo, todo lo cual tiene que ver con el presente y el futuro de Santa Clara.

Está de actualidad porque el próximo martes será inaugurada la exposición Murillo y su estela en Sevilla, considerada a priori entre las más interesantes del Año. Y también porque el miércoles pasado presentaron la restauración del refectorio alto y una parte de las alas sur y suroeste del claustro. Según confirmó Antonio Muñoz, lo siguiente será una intervención en la Torre de Don Fadrique (para que se pueda visitar), los jardines y la portada del colegio Maese Rodrigo. Costará un millón de euros, de los que el Ayuntamiento quiere que el Ministerio de Fomento pague la mitad.

Restaurar un convento tan monumental no estaría al alcance inmediato de una comunidad de religiosas. El Ayuntamiento está actuando despacito, en una restauración por fases. Desde que le fue cedido el antiguo convento, en 2002, se han gastado allí en torno a ocho millones de euros. Es poco, si se compara con lo que destinó el alcalde Monteseirín a las Setas, o con algunas facturas de ronchas que han quedado. Y aún así, siguen despacito, en un conjunto que es más espectacular por dentro que por fuera. Tres alcaldes llevamos en la restauración (Monteseirín, Zoido y Espadas), y no sabemos si las próximas obras alcanzarán al cuarto alcalde. Aún siendo una inversión digamos que proporcionada para un Ayuntamiento en 15 años, que a cambio ha ganado “un foco cultural de primer orden”. Es obvio que las clarisas jamás se hubieran podido gastar ocho millones, con una comunidad de seis o siete monjas.

Hay que trabajar ya en un plan integral para salvar los conventos de Sevilla. Si es con sus monjas dentro, mucho mejor; pero si no también. Santa Clara es otro ejemplo de que la burocracia lleva sus ritmos pausados. Puede que allí sean suficientes, pero en otros van a llegar muy tarde. Después lamentarán el desastre de la pérdida.

José Joaquín León