HUBO muchas Navidades sin mapping, pero la gente ya se había acostumbrado. En Sevilla existe una cierta tendencia a acostumbrarse a lo bueno como si fuera de toda la vida, y así se convierte en tradición. Todas las tradiciones han sido iniciadas por alguien, y si se van perpetuando es por resultar exitosas, aunque aquí parezca que el motivo es la antigüedad, como si la hubieran inventado Adán y Eva en el paraíso. En el caso del mapping, esa nostalgia es prematura. Al menos, debería ser una alegría para Juan Ignacio Zoido, un alcalde que parece que no hizo nada, excepto perder 20 concejales por el camino en cuatro años y recibir una patada hacia arriba para ser ministro de los Mossos.

Sin embargo, fue Juan Ignacio Zoido el alcalde que acostumbró a esa Navidad/Espectáculo, por la que también ha apostado Francisco de la Torre en la calle Larios de Málaga. Y que no procede de la Costa del Sol, sino de una fábrica de Puente Genil: Iluminaciones Ximénez, donde han cultivado esa habilidad. Así se han convertido en los amos de las luces navideñas de medio mundo. El mapping de Juan Ignacio fue un contrapunto más barato a las Setas de Alfredo. Cuando llegó Juan intentó trasladar el epicentro navideño a las Setas de Alfredo, en vez de la Plaza de Juan Ignacio. Este año, la Plaza se resume en cinco bolas. San Francisco ha pasado a ser la Plaza de las Bolas, y los aficionados al mapping se han quedado en bolas.

Existen condiciones para crear una incipiente nostalgia. Se tiene por inventor de la nostalgia sevillana a un poeta, Luis Cernuda, más que nada por Ocnos, que es un libro en prosa, aunque poética. Francisco Umbral (que tenía muy mala leche y no la disimulaba, por lo que ha pasado al olvido) escribió que Cernuda era “gran poeta y mala persona”. También escribió que Cernuda tiene “el mérito y valor histórico de haber hecho de la homosexualidad una categoría poética y social mucho antes que nadie en España”. Para quienes le admiramos, Luis Cernuda fue como un Proust del tiempo perdido, que cambió las magdalenas por las yemas de San Leandro.

La nostalgia del mapping no creo que sea cernudiana todavía, ni el cartel de los belenistas tampoco, a pesar de todo. La iluminación está correcta, muy en la estética de Puente Genil. Pero la nostalgia es que ya no quedan campanilleros auténticos como los de antes. La Nochebuena siempre se viene y se va, con un tururú.

José Joaquín León