POR 660 euros se le puede pegar y morder a un conductor de Tussam. Esto es, que si alguien tiene ese capricho, ya sabe lo que le puede costar, más o menos. Es lo que se deduce de una sentencia reciente de un Juzgado de Sevilla, que condenó a un usuario violento por propinar un bocado en la espalda a un conductor de autobús, cuando le impidió acceder con un bonobús sin saldo en una parada del Polígono de San Pablo. El mordisco al conductor se considera un delito leve de lesiones, por lo que se le ha impuesto una multa de 240 euros, y otros 420 euros como indemnización al sufrido empleado. Total: 660 euros por el mordisco, y que pase el siguiente.

Ser conductor de Tussam ya no es lo que era, cuando se transmitía de padres a hijos, como en los gremios, según ciertas leyendas urbanas. Ser conductor de Tussam es ahora una profesión de alto riesgo, propia de valientes o masoquistas. Ser conductor de Tussam obliga a un plus de peligrosidad especial en el próximo convenio, si no baja el índice de agresividad.

Ser conductor de Tussam es arriesgarte a que un autobús salga ardiendo en la calle Torneo, sin que haya kale borroka por medio. Sino que, de pronto, aparecen las llamas, y sálvese el que pueda. La última vez no hubo víctimas que lamentar, pero el autobús quedó de siniestro total. La culpa no fue del brasero, que es lo que se suele decir en los incendios de invierno. La culpa no fue de nadie. Se quemó. Y ya está.

Ser conductor de Tussam es arriesgarte a que te lancen piedras, según se aproximen a ciertas calles de las Tres Mil Viviendas. Por si no hubiera pocos problemas en el barrio, algunos desaprensivos se entretienen apedreando a los autobuses, perjudicando gravemente a los demás vecinos. Una vez lanzada, la piedra te puede achocar con visita al Hospital Virgen del Rocío.

Ser conductor de Tussam es arriesgarte a que te insulten la tarde de la Inmaculada o en Navidad, porque no hay autobuses suficientes. Y si has ido a los besamanos, o a pasear por las luces de la Avenida, no te gusta volver andando hasta el Polígono Norte, pongo por caso. Pero eso tampoco otorga derecho a insultar al conductor, a darle un mordisco, o a destrozar a golpes la mampara de la parada. No es eso.

Ser conductor de Tussam merecería un poco más de consideración y respeto por parte de todos y todas. Y que el Ayuntamiento no se olvide de este abnegado, sufrido y maltratado personal.

José Joaquín León