UNA Madrugada del Viernes Santo con todos los bares del centro de Sevilla cerrados tiene su cara y su cruz. La idea es cerrarlos entre la una de la madrugada (cuando sale el Silencio) y las seis (cuando está entrando el Silencio). La idea es que a esas horas la mayoría de la gente que consume en los bares va a emborracharse, lo que no siempre se cumple, porque también van para tomar un café o una manzanilla de las de infusión, pongo por caso. Y además que todo el mundo en general no sale de los bares a guantazos a esas horas, como pasó en la calle Arfe. Un centro de Sevilla con todos los bares cerrados evocará las huelgas de la hostelería en Semana Santa. No es lo mismo, pero sí parecido.

Los bares digo que tienen su cara y su cruz, porque están en el punto de mira después de lo que pasó la última vez. Pero también cumplen una función social de utilidad en determinadas urgencias y menesteres necesarios. Por lo cual, visto, lo absurdo del caso, la Autoridad podría entender la Ley Seca como la prohibición de vender alcohol, sin afectar a Catunambú o Saimaza. Y ahí es donde no se fían. Si Zoido no envía más policías a Sevilla, a ver quién controlaría eso en los bares.

A la vista de las experiencias anteriores, se está montando una Madrugada de mírame y no me toques entre la una y las seis. Antes de la una se supone que la gente se entretiene con los tapeos de la noche del Jueves Santo. Y después de las seis, cuando llega la aurora, apetecen los chocolates con calentitos, sin olvidarnos de los copazos de coñac con los que algunos se entonan. Así se ha llegado a la conclusión de que en ese horario prohibido hay que frenar una Madrugada de a mí Sabino que los arrollo. Con ello también se aporta el mensaje de que a esas horas la gente decente no salga a las calles y sería mejor que lo vean en la tele, como las grandes catástrofes naturales de los telediarios.

Habrá valientes que se atrevan a salir, pero no hay que ponerlo tan difícil. Ya se ha calificado a la calle Monsalves como “una ratonera”. Van a instalar iluminación especial para que nadie se asuste con las sombras. Van a cerrar los bares como si vendieran dinamita. Van a dejar la ciudad como si fuera el territorio ideal para Superman o la Mujer Maravilla. En fin…

Todas las precauciones son pocas. Pero debemos intentar que la Madrugada se parezca a la Madrugada. Eso es lo primero y lo principal para salvarla.

José Joaquín León