DECÍAMOS ayer que ser cartelista en Sevilla es una misión de alto riesgo para el pintor. Y que la responsabilidad final de la obra presentada no es sólo del autor, sino también de quién se lo encarga. Sobre este asunto existe una polémica dilatada, que en realidad se pierde en cuestiones menores o en aspectos pintorescos, cuando no catetos o de sensibilidad exagerada. Sin embargo, hay unas líneas que se deberían tener claras. Es un buen momento para reflexionar, cuando tanto se habla sobre la libertad de expresión en el arte, a propósito de lo que ha ocurrido en ARCO.

El cartel (sobre todo el de Semana Santa y sus derivados) ha contribuido a dividir a los pintores de Sevilla todavía más entre la tradición y la progresía. ¿Son unas fronteras infranqueables? ¿Un autor que ha expuesto en ARCO puede pintar un cartel relacionado con la Semana Santa? Eso lo ha conseguido la Macarena, con Carmen Laffón y Guillermo Pérez Villalta, artistas de culto y reconocidos en los ambientes culturales. Es difícil mantener una coherencia y traspasar esas fronteras. Han ayudado pintores como Ricardo Suárez, autor de obras que van más allá de lo facilito, y que además puso los puntos sobre las íes en una cuestión esencial: todo encargo debe ser pagado. Excepto que sea una contribución benéfica.

También es verdad que el cliente tiene derecho a exigir cuando paga. No es lo mismo una obra que realiza un artista por su libre inspiración que un encargo pactado. En tal caso, el cliente puede poner unas condiciones. Por eso, también tendrá responsabilidad en la obra. Y, si hay polémica, debe afrontar las consecuencias.

Por otra parte, los artistas a veces son menospreciados cuando se centran en pintar carteles, por lo que se sitúan al margen de los circuitos del arte. Como reacción friki, se están formando grupos de pintores y aficionados a los carteles, igual que los hay de vestidores, o de otras actividades relacionadas con la Semana Santa. El pintor cofrade es una especie que se alimenta de encargos de hermandades, no sólo en Sevilla, sino también en otras ciudades de Andalucía. A veces rizan el rizo, cuando no se repiten demasiado.

La fotografía se valora injustamente como algo inferior. También hemos visto experimentos con fotomontajes que ponen los vellitos de punta. Al final se está creando un ambiente enrarecido. Se confunde el arte con la afición, o ni siquiera eso.

José Joaquín León