IGUAL que hay raciones y medias raciones, puede haber huelgas y medias huelgas. O bien cierres y medios cierres. Es lo que están planteando algunos bares para la Semana Santa, a la vista de que no paran de incordiarlos, con unas exigencias y con otras. El presidente de la Asociación de Hosteleros de Sevilla, Pablo Arenas, dijo la semana pasada que los están “criminalizando”, como si fueran los responsables de los incidentes de la Madrugada. Aparte de que están disconformes con el tratamiento que dan a sus veladores antes de que lleguen las cofradías. El sector hostelero está molesto. Como lo está también el sector cofrade, pues parece que estamos preparando la guerra de la independencia.

Los hosteleros insinuaron la posibilidad de una media huelga. No se plantearía como tal, sino que consistiría en cerrar los bares durante las tardes y las noches de la Semana Santa. Esta medida ha sido simplemente una amenaza que no se consumará. Pero el planteamiento revela que hay un mosqueo evidente y que algo está cambiando en la visión de este asunto.

Es sorprendente que algunos hosteleros prefieran cerrar en Semana Santa antes que arriesgarse a medidas, sanciones y otras zarandajas. Todavía recordamos aquellas huelgas de hostelería que se estrenaban en Domingo de Ramos. Fue una conmoción en Sevilla. Los empresarios del sector acusaron a los sindicatos de llevarlos a la ruina. Se supone que la Semana Santa es la temporada alta para los bares y restaurantes del casco antiguo y otras zonas de la Sevilla cofrade.

En tiempos de Marcelino Camacho y Nicolás Redondo se criticaba a CCOO y UGT por convocar las huelgas de hostelería en Semana Santa. Por lo que no se entendería que sea la propia patronal de hostelería la que decidiera cerrar media jornada en unos días de gran negocio. A no ser que el riesgo se imponga a la caja. A no ser que quieran llamar la atención. Los bares cumplen una función social en Semana Santa. No hay que darles barra libre, pero tampoco tratarlos como a villanos.

El telón de fondo es la Semana Santa policial que estamos creando con Zoido de ministro de Interior. Medidas estrepitosamente chocantes, como el jefe de seguridad de las cofradías, a modo de sheriff; o el cierre indiscriminado de bares en según qué zonas, sin atender a la idiosincrasia del local, a lo que allí se despacha. Por protegernos tanto, están creando indignados.

José Joaquín León