FALTAN menos de dos semanas para el Domingo de Ramos. Viendo el actual estado de la calle Amor de Dios (y su vecina Delgado) nadie supondría que estará terminada a tiempo de que puedan pasar las cofradías que la han incluido en sus itinerarios. Sin embargo, el Ayuntamiento garantiza que estará a punto. Se puede considerar casi milagroso. En la calle del Amor de Dios hay menos bares que en la calle Mateos Gago y menos turistas. Por ello, es una calle menos mediática, donde se puede fastidiar a todo el que pase por allí . Pero mira por dónde vamos a llegar a los días señalaítos, cuando termina el plazo.

Lo que hagan o dejen de hacer en esa calle, parecía que sólo les importaba a los de Izquierda Unida. González Rojas pidió más árboles, y el delegado del Casco Antiguo, Juan Carlos Cabrera, dijo que sí. Todavía no se ven los árboles, pero les han dejado el sitio oportuno. La Sevilla verde está imparable, incluso en la calle Amor de Dios, que siempre fue de sombras duras. Lo más verde de allí fue el cine X, que sucumbió. Menos mal que se salvó el Cervantes, aunque ha estado casi inaccesible.

A la calle del Amor de Dios le sientan fatal los temporales como Emma y Félix. Con los chaparrones se pone de fango como los campos de fútbol en los tiempos de Guillermo Campanal, cuando tenían unos drenajes parecidos a los de Amor de Dios.

La calle, después de las protestas de los vecinos por el proyecto, se hace al gusto del consumidor. Es la novísima política: el consenso con los vecinos, que son los votantes participativos. Si ustedes quieren árboles, los van a tener con todas sus consecuencias, y será como una sucursal del Parque de María Luisa. Si ustedes no quieren aceras, se acabaron, y que cada uno se busque la vida más accesible.

En noviembre de 2017, los vecinos, los comerciantes, los estudiantes del IES San Isidoro, los de IU, y la presidenta de la Red Sevilla por el Clima, Reyes Tirado, que es vecina de la calle, se movilizaron bajo el lema: “¡Árboles por Amor de Dios!” y recogieron más de dos mil firmas. Frente a esos argumentos, no había otros. Pero ahí siguen las obras, porque Emasesa colocaba las tuberías y se tomó sus tiempos, que en Sevilla siempre acaban en primavera, cuando suenan las cornetas y los tambores.

Dijeron que con ese experimento se creará un bulevar desde la Alameda a la Campana. Una vez que lo terminen, el fango habrá merecido la pena. Pero les queda faena.

José Joaquín León