NINGUNA ciudad española tiene la cantidad y calidad de los monasterios y conventos de clausura de Sevilla. Muchas personas creen que sólo funcionan como obradores de pastelería, y que se autofinancian con los ingresos del puente de la Constitución, cuando venden los dulces en el Alcázar; o con los acuerdos que tienen con El Corte Inglés y otras tiendas, además de los tornos. Es un error pensar que sólo sirven para fabricar dulces. Son casos diferentes al del Horno de San Buenaventura.

Por el contrario, la supervivencia de los conventos de clausura de Sevilla está amenazada. Y no sólo por la disminución general de vocaciones. Hay excepciones de monasterios, como el de La Aguilera (Burgos) o la Cartuja de Jerez, a los que han acudido decenas de jóvenes para tomar los hábitos, pero en Sevilla el número de ingresos ha mermado, pese a las aportaciones de otros continentes. También padecen una sensible pérdida de ingresos. Sus iglesias y dependencias se han deteriorado, y necesitan restauraciones muy costosas, como sucede en Madre de Dios, San Leandro o Santa Inés. No es oro todo lo que reluce.

 En Sevilla hay personas muy sensibilizadas con esta decadencia de las clausuras, que es particularmente triste en estas fechas cercanas a la Navidad, cuando sus productos aparecen en tantas mesas. Recientemente, tuvo lugar en el monasterio del Socorro una mesa redonda, organizada por la Hermandad de la Antigua,  en la que participaron sevillanos de pata negra, como Álvaro Pastor, Manuel Jesús Roldán, Ismael Yebra y Carlos García. Se alertó sobre este problema, y se ofrecieron propuestas, como buscar patrocinios de empresas para las obras, además de apoyo institucional y donaciones particulares. En la web www.conventosdesevilla.com se pueden conocer más detalles.

Todavía quedan verdaderos relicarios del arte y la fe que se pueden admirar. Cada monasterio guarda un mundo propio. Contrasta la pobreza en que viven con las obras de arte heredadas del pasado, del mejor barroco, entre las que no faltan esculturas de Martínez Montañés y Juan de Mesa, o pinturas de Murillo y Valdés Leal.

Esperemos que no ocurra lo mismo que con Santa Clara. Algunos lo han descubierto cuando se reformó como un espacio cultural. Es decir, cuando había perdido su razón original. Salvar los conventos es una prioridad urgente, antes de que se nos vayan a la Sevilla del buen recuerdo.

José Joaquín León