EL PP llevará al Pleno de hoy el “colapso” del taxi en la Feria. Los 2.000 taxistas de Sevilla son como los 100.000 hijos de San Luis: forman parte del mito, pero nadie los ha visto juntos. Ni en Semana Santa, ni en Feria, ni en un congreso maravilloso de 6.000 participantes se ha visto a 2.000 taxistas. No acuden todos ni a las manifestaciones, concentraciones, huelgas o actos que organizan en las vísperas de las fiestas señalaítas. Por eso, Juan Carlos Cabrera, como delegado de Movilidad que también es, debe reconocer que hay un problema. Y realmente sólo tiene una solución, que es la de manual: adaptar la oferta a la demanda. Por el contrario, aquí se intenta adecuar la demanda a la oferta.

Sorprende que planteen como si fueran nuevos unos problemas que son de toda la vida. Hubo falta de taxis en la Feria a ciertas horas. ¡Como todos los años! También sucedió en Semana Santa, ciertos días y a ciertas horas. ¡Como todos los años! Son problemas crónicos. Así como sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando llegan tormentas de éstas raras, pues de los taxis nos acordamos cuando hay necesidad. Y entonces vemos que es raro: a veces pasan muchos, a veces no llega ninguno.

En la Feria, de noche, casi siempre han faltado. Se debe, como dijo Cabrera, a que los 2.000 taxistas no estaban allí, lo que también se comprende. Los turnos dependen de las circunstancias. Pero  harán falta más taxistas. Aunque sean metropolitanos, como ha propuesto Javier Millán, portavoz de Ciudadanos, con mucha lógica.

La lógica funciona mal. Ya se ha explicado, en diversos asuntos, que la Sevilla metropolitana es desastrosa. La burocracia se comporta como si San Juan de Aznalfarache o Tomares estuvieran en otro planeta. Como si Dos Hermanas y Alcalá de Guadaíra (que suman más de 200.000 habitantes, a distancia de segundo anillo) estuvieran en un anillo de Júpiter.

Conste que en Semana Santa  es más raro todavía. Algunos días sobran a todas horas, mientras que otras noches no llegan más allá de la ronda cuando ya no quedan cofradías en las calles del centro. Todo esto no se entiende, ni se explica, porque es inexplicable. Así se llega a la conclusión de que subir a un taxi es cuestión de suerte. Mientras que sólo se habla de las peleas del aeropuerto, de la app con retraso, de las diferencias sobre las licencias de VTC, y de cuestiones que no han mejorado el servicio, ni solucionan el problema.

José Joaquín León