LA Catedral es el monumento más espectacular de Sevilla, diga lo que diga la lista de TripAdvisor. Pero la Catedral es mucho más que un lugar turístico: es ante todo un templo, que se utiliza en las fiestas solemnes. Circulan variados tópicos al respecto y una arraigada costumbre para criticar a los cabildos en general y a los arzobispos en particular. A pesar de todas las colas de turistas, es una Catedral que sigue viva, según se aprecia en días como el de ayer, en la celebración de la festividad de la Santísima Trinidad. Excepto en la basílica de San Pedro del Vaticano, probablemente no exista en todo el orbe católico una liturgia más solemne que la de Sevilla.

En este día de la Santísima Trinidad, desde que comenzaron los rezos matinales de los canónigos y el canto de laudes, con el acompañamiento del órgano, hasta que terminó la misa solemne, transcurrieron casi dos horas. Como algunas funciones principales de instituto, pero sin protestación de fe individual, sino con credo cantado en la misa de Angelis. A destacar lo que suele ocurrir en las misas de la Catedral: el 80% eran extranjeros y apenas había sevillanos. Pero todo el entorno del altar mayor estaba lleno. Una asistencia universal, en la que puede verse por el aspecto (y por la devoción)  que no son turistas guiris que pasaban por allí casualmente, sino católicos de diversas nacionalidades que querían participar conscientemente.

La nación del Señor derribó las fronteras, abrió las puertas a los gentiles y consideró iguales a todos los hombres; así sean turistas de lujo como de chanclas. Es incompatible el catolicismo con cualquier nacionalismo excluyente. Entre los presentes, había asiáticos, especialmente filipinos y coreanos del sur, que son la reserva espiritual de Oriente, a la espera de que el Papa vaya a China y arregle lo de allí.

Sevilla es tierra de peregrinación. Las misas de la Catedral, como esta de la Santísima Trinidad, son tan solemnes que te entran ganas de creer si no eres ya creyente. Aquí parece más fácil: se intuye a Dios.

Era una mañana en la que salían siete procesiones eucarísticas (San Pedro, San Nicolás, San Ildefonso, San Julián, San Gonzalo, El Cerro del Águila y Torreblanca). Y en la Catedral universal rezaban personas de todos los continentes.

Puede que en Sevilla se sienta mejor el amor del Padre, la huella de la zancada del Hijo y los revoloteos del Espíritu Santo, a pesar de todos los pesares.

José Joaquín León